Capítulo 22

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Gemí y acaricié la cabecita de mi cerdito, mi bebé, pobrecito, le dolía su patita bonita y cada vez que la tocaba chillaba de una manera horrible que me asustaba más.

—Seulgi, le rompiste la pata —me quejé acongojada y triste. Kkangseul estaba acurrucado contra mí, lloraba bajito y no se movía mucho.

—No es cierto —dijo poniendo sus ojos en blanco, sin mirarme y sin dejar de acariciar a la gata suya, que nos veía como si fuera la reina soberana del mundo entero. Odiaba sus ojos amarillos— le pisé el cuerpo, no la pata, ya te dije.

—¿Entonces por qué le duele la pata? No seas mentirosa, esto puede ser serio.

—No lo sé, amor, no tengo idea. Quizás está fingiendo, quizás es verdad, no me interesa. Hay gente como yo con otros problemas y no nos quejamos tanto.

—Aw, bebé —estiré mi mano para tomar la suya pero no lo alcancé y ella seguía sin mover más que la mano con la que acariciaba a su gata. Suspiré— espera un segundo.

Traté de levantar a Kkangseul de mí sin moverlo mucho pero en cuanto lo tomé chilló fuertemente, entonces lo hice rápido, lo bajé de mí y lo coloqué en el piso frío del balcón. Él se quejó un poco y se puso a llorar otra vez, pero acaricié su cabecita un momento y me puse a decirle cosas bonitas y se calmó un poco. Me giré hacia mi otra bebé y me deslicé en el piso hasta estar a su lado. Seulgi no hizo ningún intento de mover siquiera su vista. Realmente se veía deprimida.

—Baja a tu fea gata para que te pueda abrazar —pedí, y ella me hizo caso segundos después, como si le costara mucho esfuerzo hacerlo, levantó su brazo y lo pasó por mis hombros— dime que fue lo que te pasó.

—Muchas cosas, soy la reyna del desastre. Soy como tú —murmuró, apretándome más fuerte.

—Pero cuéntame.

—Bueno —tomó aire— todo empezó cuando me perdí de ida al edificio, bueno, eso no fue tan malo pero de todos modos me puso de malas, luego cuando llegué, dejé las llaves dentro del coche y no bajé mi chaqueta, por lo tanto estuve muriendo del frío todo el rato, cuando llegue, tarde obviamente, a la oficina de mi papá, él tenía que ir a una junta y me llevó. Antes de entrar choqué contra un vidrio en frente de todos los socios de mi papá, y no estoy hablando sólo de un golpecito inocente, Irene, no tienes idea de lo fuerte que fue, estuve a punto de romper el maldito vidrio. Mi cabeza me duele mucho. Después, en la reunión me preguntaron algo y no supe que responder, me quedé callada esperando a que alguien más hablara para que quitara toda la atención de mí, pero nadie lo hizo y por dos minutos todos nos quedamos en silencio. Mi papá me estaba matando con la mirada. Después, cuando ya me iba y pensé que todo se había acabado, recordé que mis llaves estaban dentro del carro —dejó de hablar, gimió y luego tomó aire de nuevo— no entiendo porque demonios no le llamé a un cerrajero, en su lugar, rompí el vidrió con mi codo, golpeándolo varias veces y justo en ese momento, justo en ese hijo de puta momento pasó una patrulla y me detuvieron por ladrona. Traté de explicar que era mi propio coche pero no me creyeron y ¿Sabes quien era el policía?

—No, mi amor, no sé —murmuré en su pecho, aguantándome las ganas de reír y seguí acariciando su mano.

—¡Carter! El mismo que nos detuvo cuando te estaba "violando" en ese callejón, el mismo que nos quería llevar por prostitución, quiero decir ¡¿Es el único policía en todo Londres?! ¡¿Por qué siempre me toca ese desgraciado a mí?! Lo peor de todo es que nunca hago nada malo, pero el hombre me creé toda una maldita criminal. Lo odio tanto. Mi codo y mi cabeza duelen. Mi corazón duele. Me voy a morir.

No pude aguantar más la risa, traté de contenerla, lo juro, pero me fue imposible. Me volví carcajadas ahogadas en su pecho. Ella estaba hablando tan enserio que me daba risa, la pobre se estaba muriendo sólo por eso. Me han pasado cosas mil veces peores y yo no me pongo así.

—¡No te rías, no es gracioso! —se quejó Seulgi, con su voz de niña malcriada, haciéndome reír más, y más fuerte— ¡Irene!

—Seulgi esto es gracioso, mucho —pude graznar y luego volví a reír— somos una pareja desastre, es increíble.

—Lo sé, ya me había dado cuenta —murmuró con amargura.

—Bueno, sigue contando ¿Que pasó cuando llegaste a la cárcel, prisión o como se llame ese lugar?

—Para empezar, todo el camino estuve aguantando a Carter hablando de cuan basura soy, pero cuando llegamos me dejaron llamar a alguien y llamé a mi papá. Después él llegó, pagó la fianza y me dejaron ir, no sin antes recordarme todas las cosas que había hecho, lo de la violación y el burdel, justo en frente de mi papá. Así que me castigó ¿Puedes creerlo? Tengo casi veinte años, no me puede castigar.

—¿Te castigó? ¿Cómo? —pregunté tosiendo y riendo al mismo tiempo.

—Me quitó mi tarjeta de crédito, así que somos pobres hasta quien sabe cuando... ¡No te rías!

—¡Esto es súper gracioso! —la golpeé en el brazo y reí más fuerte por su cara de indignación.

—Somos pobres ¿Es eso gracioso? Soy una pobre bastarda inútil, no sirvo para nada y nos vamos a quedar pobres hasta que mi papá se dé cuenta de que soy una adulta ¡Una jodida adulta y no me puede castigar!.

—¡Ya, ya, ya! —me desesperé de sus lamentos de chica deprimida. En serio, no era sano para ella estar tanto tiempo de amargada. Me levanté un poco, ignorando mi trasero dormido, tomé su rostro entre mis manos y rocé nuestros labios de esa manera que me gustaba— ¿Quieres un beso, bebé llorona?

—Sí —contestó rápidamente, dándome una sonrisa floja y dulce y acomodándose mejor para estar frente a mí. Técnicas de distracción, lo estaba haciendo bien.

—Bueno, deja de quejarte ¿Sí? —le di un pequeño beso— no somos pobres y tú no eres una bastarda inútil —la besé de nuevo, ahora más fuerte.

Seulgi respiró profundamente, mordió mi labio inferior con rudeza y metió su lengua sin aviso alguno. Se estaba poniendo salvaje. Su boca sabía a pastel de queso con fresas, a Seulgi y a perdición. Su lengua topó con la mía y todo se volvió mejor. No pude creer como alguna vez pude pensar que eso era asqueroso. Era de todo menos asqueroso.  Amaba que tomara mis caderas con tanta fuerza, pero que al mismo tiempo no hiciera nada para lastimar mi panza. Y teníamos mucho tiempo sin besarnos así, mucho tiempo y yo ya como que lo necesitaba mucho, necesitaba más que simples besos, de verdad. Ella no quería ni siquiera que la besara así porque decía que le daban ganas de algo más, algo que no podíamos hacer, pero yo ya era una mujer y necesitaba ese tipo de cosas.

—Joohyun, no —gimió Seulgi no tan convencida, bajé mis labios primero por su mandíbula, mordiendo levemente para que se quedara jodidamente callada, luego bajé a su cuello y suspiré ahí porque me encantó el sentimiento de querer hacer eso por siempre.

La única vez que le besé el cuello a una chica, además de Seulgi obviamente, fue a mi ultima novia, Jennie. Estuve haciéndolo como diez segundos y sólo estaba pensando en porqué demonios en los libros describen besar en el cuello como algo sensacional. Pero besando el cuello de Seulgi me doy cuenta de porque lo dicen, no sé que me pasó pero me convertí en vampiro, saqué mis dientes y lo mordí, y cuando hizo un ruido bajo con su garganta y apretó su mano, de repente en mi cuello, lo hice de nuevo.

—Ya, ya ¿Que te dije de este tipo de besos? —preguntó con la voz ronca, tomándome por los hombros y separándome un poco. Saqué el airé y lo miré con reproche— no puedes besarme así.

—¡¿Pero por qué no?! —me exalté, enojada y sí, caliente, esto es normal ¿No? Estoy caliente y enojada y odio que Seulgi ya no me quiera de ese modo. Y es todo porque estoy gorda y tengo a dos bebés dentro de mí— genial ¿Sabes qué? No me importa, ya no quiero nada...

—Hey, linda, espera —me trató de tranquilizar Seulgi cuando hice mohín de levantarme, cosa que me hubiera resultado inútil porque sólo podía hacerlo con su ayuda y no pensaba pedírsela— ¿Por qué tanta agresividad? Yo debería de ser la enojada aquí. Estabas provocándome, provocadora.

—No, cállate —levanté mi mano y la puse en sus labios cálidos para que dejara de hablar— ¿Quien rechazó a quien, amor? Tú me rechazaste a mí, ya no me quieres porque estoy gorda, y tú fuiste la que me puso así de gorda, aparte.

—Auch, bebé —hizo un puchero que cambió mi indignación por ternura— eres una tonta y nunca te enteras de nada. ¿Sigues siendo igual de dramática, cierto? Mira... no sé como explicarlo, pero te quiero, quiero todo de ti, todo lo que me puedas dar, pero esto —tocó mi panza sin dejar de mirar mis ojos con intensidad— me hace imposible cumplir cualquiera de los deseos que tengo de ti.

—Pe...

—¡Shh! —me calló descaradamente, deslizando una mano traviesa a mi pecho izquierdo y apretándolo un poco, lo cual me hizo jadear y ponerme aun más caliente. Porque el embarazo, resulta que además de ponerme los pechos del tamaño de dos melones, me los puso todos sensibles— te he querido hacer el amor desde que te traje a Londres, así que no me vengas con esa tontería. Y si estos niños no estuvieran aquí en este momento, te tumbaría y lo haría aquí mismo, en el piso.

—No puedes decirme esas cosas si no me dejas ni siquiera besarte —murmuré con la voz bajita y tímida. Seulgi se rió, con esa maldita risa profunda y baja y no me estaba ayudando en nada a controlarme— ¿Recuerdas cómo fue, cuando lo hicimos?

—Obviamente —contestó inmediatamente— es imposible no hacerlo, llevo desde ese día que no consigo nada más y me estoy poniendo un tanto desesperada, por eso no quiero que me beses de esa manera.

—Oh, bueno... cambiemos de tema ¿Sí? Esto solo me pone más... molesta.

Real life, Real Love (Seulrene G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora