Capítulo 38

708 87 10
                                    

Me asomé un poco y cuando estuve segura de que cada individuo conocido se había ido, la dejé salir, guiándola hacia afuera con mis manos en su cintura.

—¿Y ahora? —preguntó sonando más en su papel, soltándose de mi agarre y mirando para todos lados sospechosamente.

—Eh... no sé —murmuré, ganándome una mirada de exasperación de su parte. Me encogí de hombros— lo siento, no tengo ningún plan. Algo se me ocurrirá, no te preocupes. Lo puedo sentir llegando a mí. En cualquier momento llega.

—¿Qué tal si nos escondemos en el baño hasta que cierren y toda la gente se vaya? No creo que busquen por intrusos en la noche ¿o sí? No es como si uno se pudiera robar los peces o algo.

Me quedé pensando en eso un momento, no parecía ser algo que pudiera funcionar tan bien, eso de esconderse en el baño. Todos siempre se esconden ahí. Vagabundos, ladrones, etc. Siempre es el primer lugar en donde buscan por intrusos, en cualquier lugar del mundo, pero no quería decirle eso a Irene ahora. Ya estaba enojada conmigo y no necesitaba enojarla aun más.

—Funcionará por el momento. Luego podemos pensar en otra cosa.

Ella asintió y caminamos al baño tratando de no encontrarnos con ningún trabajador.

No voy a mentir, teníamos 90% de posibilidades de que alguien nos viera y nos sacara de aquí, nos tomara una foto y la publicara en la pared de "prohibido el acceso" y sólo 10% de que esta travesía funcionara y nosotras realmente pudiéramos quedarnos aquí a pasar la noche como ella quería, pero aun así se sentía emocionante caminar medio escondido por los pasillos azules del acuario. Se sentía bien regresar a esto. Y si me encontraba a alguien, probablemente le volvería a pagar algo para que nos dejara pasar la noche ahí, obviamente, sin decirle a Irene que lo hice. No quería lastimar sus criminales sentimientos de nuevo.

—Al de hombres —dije rápidamente, abriendo la puerta. Pero ella ya estaba abriendo la de mujeres.

—No. Al de mujeres, es más seguro —replicó.

—Es igual, Irene. Ven aquí.

—Si es igual entonces tú ven aquí.

—Bien, es diferente —puse los ojos en blanco— si algún tipo nos ve aquí, se va a ir callado sin hacer nada.

Puso los ojos en blanco y caminó enojada hacia mí. Cuando entramos, ella abrió la boca para decir algo, probablemente un insulto, pero entonces nos topamos de frente con un señor y un niño, como de unos diez años. El señor nos quiso rodear sin mirarnos, pero el mocoso se quedó viendo a Irene con admiración, como si nunca hubiera visto a una chica realmente hermosa antes.

—Papá ¿Por qué hay dos mujeres aquí? ¿Ellas van a tener sexo como tú y mamá lo hacen en el baño?

—Cierra la boca, Erik —lo regañó el señor y jaló su mano hasta que salieron.

—Vaya, que incomodo —se burló— ¿soy la única imaginándose a ese hombre teniendo sexo?

—Sí, Joohyun, eres la única —negué con la cabeza, tratando de desechar el mismo pensamiento que ella— vamos.

Llevé a Irene al último cubículo, ese al que nadie se mete nunca. Solté un aliento de alivio al comprobar que estaba perfectamente limpio y me recargué en la pared mientras Irene se sentaba en la taza. Miré la hora en mi celular y recé para que cerraran cuanto antes, pero lamentablemente no había sido lo suficientemente inteligente como para ver a que hora cerraban y tendríamos que salir a adivinar. Nos quedamos en silencio un tiempo. Sabía que aun tenía que pedirle perdón por hablarle feo en la habitación del hotel, pero no sabía si ella seguía enojada. Conociéndola, probablemente sí.

—Lo siento —dije, por fin. No podía soportar más el silencio incomodo— no quise decir eso que te dije. Me sentía mal, ya sabes, por el viaje, lo de mi papá y lo de Rosito, además me dolía la cabeza y quería vomitar. Digo cosas estúpidas siempre ¿No? Y más cuando no me siento bien. De verdad lo siento, pero te amo mucho y nunca quise decir lo de los dulces, era un secreto.

—¿Pero es verdad? —preguntó, mirándome desesperanzada desde abajo. Tomé aire fuertemente y asentí, odiando ver como dejaba caer sus hombros, como si se hubiera desinflado— oh...

—Lo siento, es que de verdad no hubiéramos podido haberlo logrado sin ayuda.

—¿Hubiéramos terminado en la cárcel, no? —preguntó, tratando de sonreír pero no pudo hacerlo y soltó todo el aire— de todos modos fue genial pensar que sí lo hice.

—Lo siento —repetí, sintiéndome como la idiota que era. Incapaz de decir otra cosa.

—Tú sólo me querías ayudar. No te disculpes por eso.

—No me estoy disculpando por eso, Irene. Lo que me hace sentir mal es habértelo contado de esa manera. Y haberte hablado así —me puse frente a ella y me senté de rodillas para tenerla a mi nivel— soy una idiota cuando me enfermo, estoy feliz de que nunca antes me hayas visto así. Me desespero y hablo mierda, pregúntale a Sehun o a quien quieras.

—Fuiste una idiota conmigo —estuvo de acuerdo, asintiendo y respirando profundamente.

—¿Me perdonas, verdad? No volveré a hablarte así.

—Te perdonaré mañana —susurró, porque habían entrado dos hombres hablando fuertemente— cuando despertemos aquí.

—Bien... ¿Me das permiso de sobornar a alguien si nos descubren, cierto? —ella sonrió y asintió poniendo los ojos en blanco, y abrió la boca para decir algo, pero el sonido de un gran —y me refiero a un GRAN— gemido de hombre la interrumpió.

—No, no hagas esto, no aquí —gimió de nuevo. Sonreí perversamente al pensar en otra pareja escondiéndose aquí, pero entonces otro hombre habló.

—No me importa la perra de tu esposa —escupió, con la voz ronca y fuerte. Y me quedé helada, mirando a Irene con los ojos bien abiertos.

—¿Que demonios? —susurró ella, luciendo asombrada, pero divertida al mismo tiempo— ¡Están teniendo una aventura! Que emoción.

Antes de que pudiera decir que no me causaba mucha emoción precisamente el escuchar una aventura sexual entre dos hombres, el sonido de sus besos húmedos me hizo hacer una mueca de asco y creo que mi desagrado quedó claro. No sabía porque todo se escuchaba tan fuerte, pero posiblemente era el eco o algo por el estilo.

—Fred —gimió de nuevo, el que probablemente era la mujer de la relación— te deseo, aquí y ahora. Ya no me importa.

Miré con desesperación a todos lados, tratando de encontrar algo que no fuera mi novia emocionada para despejar mi mente. Dios, no dejes que lo hagan, por favor. No cuando yo estoy presente. Dios, por favor, por favor, que llegue alguien y los detenga. Esto me puede dejar un trauma, es demasiado asqueroso. 

—Que asco —gemí en voz baja cuando sus ruidos anunciaron que había algo de mano metida en algún lado. Subí las manos a los oídos de Irene y los tapé para que no escuchara.

—Quiero ver —susurró ella con los ojos brillantes, como si fueran lindos conejos del campo, no dos tipos cachondos en un maldito acuario.

—¡Fred, ahora! ¡Por favor! ¡Ah, sí!

Mierda, mierda, no lo hagan, por favor. Que llegue la esposa perra y los descubra. Prefiero un drama a escuchar sexo gay.

—Baja la voz, ven —ordenó el otro, y el sonido de sus pasos más cerca de nosotros me hicieron sentir aliviada y asustada al mismo tiempo, porque si nos encontraban iba a ser la cosa más vergonzosa del mundo, para ellos y para nosotras, pero en ese caso ya no iba a tener que escucharlas. La puerta de dos cubiculos después del de nosotras se abrió e Irene exhaló con alivio— abre esto.

Quite las manos de Irene y cubrí mis propios oídos rápida y fuertemente, incluso empecé a darme pequeños golpecitos para bloquear cualquier otro sonido. Irene me vio y se rió, cubriendo su boca. Después de eso yo ya no escuchaba más que pequeños sonidos y voces encubiertas, pero la cara de Irene me daban a entender que, definitivamente, ellos estaban dándole en el baño, a menos de cinco metros de nosotras, entonces cerré mis ojos y empecé a tararear por un rato, hasta que Irene quitó mis manos de mis oídos y se rió.

—Ya se fueron —se burló, y bajó su mano a mi cuello, acercándose a mí mientras le daba gracias a Dios de que se había acabado ese momento en mi vida— Seulgi, sé que es un poco enfermo, pero de verdad me encendí un poco ¿Sabes? Fue excitante.

—No, no lo fue —me quejé, levantándome porque mis rodillas dolían— estoy lejos, muy lejos de estar encendida.

Ella se levantó también, mirándome de esa manera traviesa que me gustaba. Era horrible que mi chica estuviera cachonda cuando yo estaba lo menos cachonda que era posible en alguien. Mi estomago estaba revuelto de nuevo y me sentía como toda una voyerista del infierno, pero entonces los labios de Irene atacaron los míos y aunque al principio seguía pensando en Fred y su amante gay, conforme sus labios se movían, su lengua tocaba la mía y sus manos vagaban por mi pecho, mi mente se liberó y en todo en lo que puse pensar fue en esa hermosa y caliente chica que me estaba tocando.

—Quiero hacerlo aquí —soltó de repente, alejándose de mí. Me abrazó por la cintura y aprovechó mi estado de shock para darme vuelta, sentarme en la taza y ponerse encima de mí— ¿sí?

De todos los lugares posibles, quería hacerlo en un baño publico de un acuario donde dos tipos acababan de profesar su amor gay.

—¿Aquí? —pregunté insegura, cerrando los ojos cuando empezó a besar mi maldito cuello— Hyunnie, espera. Este no es el lugar más romántico del mundo ¿No crees?

—No me importa —murmuró, y pasó sus manos heladas por debajo de mi camisa.



FALTA 1 CAPÍTULO!!!!

LO SUBO DENTRO DE UN RATO

Real life, Real Love (Seulrene G!P)Where stories live. Discover now