15. PIJAMADA

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—Creo que se ve bien ahí —Haciendo un cuadro con las manos—. ¿Tú qué opinas, Tikki?

—Pienso que mejor se ve allá... Abrigado con las frazadas.

—Bueno... No sé, dará la impresión que duermo con él, y tan desesperada no estoy...

—Pero así sabrá que lo aprecias y que valoraste su detalle... Además... —Intentando suprimir una risita— Sí duermes con él...

— ¡Tikki! —Con remarcado sonrojo en sus mejillas.

—Sólo decía... Pero se ve bien ahí... —Levantando su pequeño pulgar.

—Bien, te haré caso... —Acomodando al Chat Noir de felpa lo mejor posible— Ojalá estés en lo correcto...

Marinette pasó toda la tarde haciendo operación limpieza en su habitación. Puliendo hasta el más mínimo detalle. Desde cambiar de lugar su computador, hasta acomodar ese pequeño florero de 4cm que adornaba su tocador. Todo tenía que verse impecable para cuando su invitado llegara.

Sabía que Chat Noir no era exigente. No le pedía un hospedaje en un hotel de cinco estrellas. Tampoco le pedía un recibimiento por la alfombra roja. Ni mucho menos una comida de reyes. Si lo hubiese pedido, hace mucho que lo mandaba a volar. Una sencilla pijamada. Fue lo único que acordaron.

Aun así, todo tenía que verse sublimemente perfecto.

Tardó bastante en pedírselo. En un principio sus visitas eran esporádicas y pudiera decirse que hasta accidentales, no durando más de 5 minutos cada una. Una visita de: ¡Hola!, ¿Qué hay de nuevo? y ¡Adiós! Sin ataduras ni complicaciones.

Pero paulatinamente, por el poder de la amistad y la costumbre, sus encuentros se volvieron más frecuentes e interesantes, sin que la llamada "casualidad" estuviera de por medio. Ya fuera en una tarde en su balcón, un saludo mañanero antes de ir a la escuela, o muy pasada la noche. Cualquier momento se convirtió propicio para charlar a gusto.

Pasaron de un forzado e incómodo saludo, a un cariñoso e inevitable beso en la mejilla. De un resumen de diez segundos sobre su día, a largas y tendidas conversaciones de un sinfín experiencias y anécdotas de toda su vida; que por alguna razón no tenían noción del tiempo, conversando hasta muy pasada la noche. De un anhelado y tedioso adiós, a una súplica para no despedirse. Rogando que las horas fueran más largas para no tener que marcharse.

Y así, las visitas se volvieron más y más constantes, a tal punto de ser diarias. Sí, diarias. Porque ninguna era igual. Cada vez que se encontraban, era una nueva manera de pasar el momento. Cada vez que se veían, una nueva manera de hacerse reír. Cada vez que se escuchaban, una nueva sensación recorriendo su ser.

Diferente. Así era como se sentía.

La mente de Marinette era un cúmulo de emociones y sentimientos encontrados. El chico por el que juró que no iba a sentir nada, por el que supuestamente no le llegaba ni a los talones al rubio, con el que luchaba a diario venciendo villanos, rechazando sus encantos y galanterías como Ladybug, la tenía allí, babeando y a sus pies.

¿Cómo pasó? ¿Cuándo? ¿En qué momento sus sentimientos hacia el héroe vestido de negro se volvieron tan fuertes? ¿De qué manera logró engatusarla? ¿Algún hechizo? ¿Algún encantamiento? ¿Una poción mágica en ese jugo de naranja que le preparó una vez en el desayuno?

Ni idea.

Una cosa si había quedado clara. Cuando las visitas de Chat Noir se hicieron más frecuentes y gratas, el amor platónico que sentía por Adrien se esfumó. Desapareció sin dejar rastro. No más sonrojos, no más tartamudeos, no más ideas descabelladas para conquistarlo, no más planes a futuro con él. Nada.

JULIO MULTISHIPP [Drabbles y oneshots]Where stories live. Discover now