29. BICHITO DE BUENA SUERTE

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— ¡Mami! ¡Mira! —Expresó curioso, viendo al insecto posado en su mano—. ¿Qué animalito tan raro es este?

—Es una catarina cielo... —Enseñó la mayor, acariciando los mechones dorados del niño—. Es muy bonita, ¿verdad?

— ¡Sí! Mira... —Mirando al bicho más de cerca—. Tiene muchos puntitos... Oh, se fue...

La mayor rio al notar el semblante alegre del pequeño viendo volar a la catarina.

—Sí, quizás se va a casa volando...

—Oh... —Absorto por unos instantes, perdiendo de vista al insecto—. ¡Yo quiero ser como ese bichito!

— ¿Ah, sí? ¿Por qué?

— ¡Porque tienen alas! ¡Pueden volar! —Extendiendo anchamente sus brazos como alas—. ¡Yo también quiero volar!

—Oye Adrien —Su madre se agachó hasta su altura—, ¿Sabes por qué las catarinas son tan especiales? —El pequeño de gemas esmeraldas asintió rápidamente—. Pero es un secreto, no debes contárselo a nadie, ¿de acuerdo? —El chiquillo volvió a asentir, pasando su mando por su boca como cierre, a lo que su progenitora le susurró al oído—. Las catarinas son de buena suerte...

— ¿De verdad? —Preguntó ilusionado el menor—. ¿Cómo lo sabes?

—Nadie lo sabe... —Hablando con una fingida voz misteriosa—. Sólo sé que siempre que una catarina esté cerca, tendremos buena suerte...

— Que nene tan adorable —Saludó un hombre que venía con un carrito de helado—. ¿Te apetece un helado? —Se acercó al pequeño, agachándose hasta su altura—. Yo invito...

— ¡Sí! ¡Helado! —El menor empezó a dar saltitos de emoción—. ¿Puedo mami? —La mayor asintió, a lo que el hombre de marcado acento francés extendió un helado de fresa y chispas de chocolate—. Wow, ¡se ve genial! —Dio una gustosa probada la delicia fría, manchándose un poco las mejillas—. ¡Ummm! Está rico...

— ¿Lo ves? —Señaló la mujer de verde mirar en un susurro—. Te lo dije... —Luego mira con agradecimiento al heladero—. Gracias André...

— ¡Sí! ¡Gracias señor! —Agradeció el peque con un gran brillo en sus ojos.

—Un placer, señora Emilie... ¡Hasta luego!

El pequeño Adrien vio una vez más al insecto, alegrándose de inmediato por su presencia, y agitando su mano para despedirse del bichito rojo.

— ¡Adiós! ¡Gracias por la buena suerte! ¡Eres prodigiosa!

«Eres prodigiosa...» Esas palabras hicieron eco en la mente de la mayor.

—Oye, Adrien, ¿vamos a los columpios? —Preguntó entusiasmada.

— ¡Sí! ¡Columpios! —Levantándose con prontitud y halando el brazo de la adulta—. ¡Vamos, mami!

—Está bien —Tomando la mano del chiquillo—, vamos pequeño principito, ¡A los columpios!

Aquella escena era de lo más encantadora, tierna y adorable, y todo el que miraba, así lo consideraba.

Madre e hijo, tomados de la mano, representando un fuerte lazo, una sólida unión maternal, difícil de romper. Una hermosa relación que se forjaba desde que la criatura estaba en el vientre de su madre, seguía desarrollándose a lo largo de su vida y que debía mantenerse hasta el fin del mundo, si era posible.

«Te protegeré a toda costa... Lo prometo, Adrien...»

JULIO MULTISHIPP [Drabbles y oneshots]Where stories live. Discover now