22. SI TAN SÓLO...

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Ambos chicos tenían los nervios a mil. Con la grave, pero calma mirada de la mayor de ojos verdes. Trataban de averigua a través aquellas ventanas verduzcas que la adulta pensaba, pero era inútil. Sus cristalinos ojos no transmitían más que misterio.

Finalmente, la ojiverde chasqueó los dedos, a lo que los jóvenes se tensaron de inmediato.

—Entonces —Levantándose de la silla, con las manos atrás de su espalda—, ustedes dos... ¿Se gustan?

—Amm, sí... —Entrelazando su mano con la de la heroína escarlata—. Nos queremos... Y mucho... —Mirándose dulcemente, con un gran sonrosado en sus pómulos.

Aquella escena le pareció de lo más adorable a la mayor, pero se contuvo de soltar un gritito de emoción, portándole formalidad a las circunstancias.

—Bien... ¿Y cómo sucedió esto? —Inquirió la fémina con la mano en su barbilla, llena de curiosidad.

—Pues... simplemente pasó... —Habló la de listones rojos, encogiéndose de hombros con nerviosismo—. Verá, a diario salvo a muchas personas en París, y Adrien no es la excepción... —Mirándolo con una sonrisa un tanto burlona, a lo que él revoló los ojos—. Pero, supongo que, de rescatarlo tantas veces, empecé a plantearme la idea de mis sentimientos hacia él... Y me di cuenta que él sentía lo mismo... —Expresó, desviando su mirada, con tono carmín coloreando sus pómulos.

Estaba claro que la azabache mentía en ese punto. Es decir, todas sus amigas que estaba más que loquita por Adrien, pero como Marinette, nunca tuvo el valor de acercarse y declararle sus sentimientos. Pero con Ladybug era diferente. Fuerte, decidida, audaz... No tenía miedo de expresar lo que afloraba en su interior por aquel muchacho de hebras de oro y luceros esmeraldas. Obvio que tenía cierto temor al confesársele, pero no tanto como con su alter ego. Y su carga se alivianó cuando descubrió que el rubio sentía lo mismo.

Pero claro, no podía decirle a la señora Emilie su identidad secreta. Ni a Adrien, por el momento.

La mayor asintió, pero con el ceño fruncido. Quería dar la impresión de suegra difícil. Luego miró su hijo con una ceja enmarcada.

— ¿Y tú, Adrien? ¿Desde cuándo sientes algo por Ladybug? —Preguntó, intentando suprimir una risita.

—Pues... —Mordiéndose internamente la mejilla—. Creo que desde que me salvó del gorila... —El hombre fornido, a cierta distancia, soltó un gruñido, por lo que el chico se rascó la nuca—. Digo, mi guardaespaldas akumatizado... —Intentó medio sonreírle al fortachón—. Desde esa vez, la admiro como heroína y la valoro más como mujer —Con pinceladas rojizas adornando sus pómulos, mientras daba pequeñas caricias a la mano de la ojizarca.

Pero era obvio que él también mentía. Ladybug se robó su corazón muchísimo antes. Desde su primera batalla. La recordaba como si hubiese sido ayer. Verla tan valiente, intrépida y briosa, lo anonadó de inmediato. Su inteligencia, astucia y encanto lo traían babeando. Y esa blanca y pulcra sonrisa, lo desarmaba por completo. Su mundo brilló como farol en la oscuridad cuando supo que su amor platónico sentía lo mismo por él.

Entregándose por completo a las riendas del amor.

Aunque, por supuesto, temía decirle que él era el gato tonto con malos juegos de palabras que la acompañaba en cada misión, estorbándole en algunas ocasiones. No, lo mejor era que no le dijera, ni a ella ni a su madre lo de su identidad como súper héroe. Al menos, por el momento.

La de apellido Agreste los miraba empequeñeciendo sus ojos, cómo si sopesara sus palabras con sumo cuidado. Se sentó nuevamente en la silla que tenía frente al sofá, encarándolos con semblante circunspecto.

JULIO MULTISHIPP [Drabbles y oneshots]Where stories live. Discover now