25. DUDAS

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— ¿Entonces tu dueño era malo contigo? —Con una mano en su pecho, asombrada.

—No lo diría así... Era bueno, pero... Me dejaba morir de hambre. ¡Pobre de mí! —Con exagerada voz dramática.

Era obvio que se estaba excediendo con aquella declaración. Adrien jamás de los jamases lo dejaría morir de hambre. Siempre era puntual con su alimento (aunque le disgustara el hecho de que lo único que comía era Camembert), y lo cuidaba muy bien. No tenía de que quejarse.

Plagg se había acostumbrado tanto al cuidado de Adrien, que, el tener que separarse de él, aunque fuera momentáneo, le preocupaba.

La cosa era que cuando el maestro Fu les informó lo del cambio temporal de Miraculous, Plagg se preguntó cómo sería tener de dueña a alguien como Marinette. Era una chica, se suponía que hacía cosas cursis como tener pijamadas, hablar con sus amigas de novios y crushes, arreglarse y maquillarse cada dos minutos... En fin. Chicas. Y quizás, no tendría tiempo para hacerse cargo de un gato tan demandante como él.

Y dadas todas estas razones, quería averiguar, así fuera mediante "mentiras blancas" los tratos, cuidados e intenciones de su nueva portadora. Debía responder todas sus dudas.

«Nunca se sabe si quiere venderme al mercado negro como una criatura nueva y desconocida...»

— ¡Dios mío! —Exclamó Marinette angustiada—. ¡Nadie debería tratar a un kwami así!

—Lo sé, es muy triste... —Llevando una manita a su frente, lamentándose—. ¿Tú no harás lo mismo, verdad? —Poniendo ojos grandes, brillantes y llorosos.

Fingidos, obviamente.

— ¡Por supuesto que no! No soy tan cruel... Es más, me esforzaré por ser la mejor portadora del Miraculous del gato que hayas tenido...

«No me fío... Quiere ganarse mi confianza para luego regalarme en algún cumpleaños infantil...»

—Supongo que eso estará bien para mí... —En eso, se le ocurre una idea para probar a su nueva dueña—. Aunque ahora, tengo un poco de hambre...

—Era de esperarse... ¿Qué sueles comer?

—Me gusta... —Mordiéndose internamente la mejilla—. El queso... Camembert...

«Seguramente dirá que es el queso más apestoso del mundo, que lo odia y me echará con una escoba de aquí...»

— ¿En serio? Ese es... ¡Mi queso favorito! —El ser negruzco abrió los ojos de par en par—. Y tienes mucha suerte, mis padres encargaron ayer un pedido de queso Camembert... No se enojarán si les pido una rebanadita...

—Oh, eso es una gran coincidencia... —Agregó con lo primero que se le ocurrió—. ¿Puedo?

— ¡Claro! Bajaré y te traeré un poco, ¿de acuerdo? —Preguntó con una gran sonrisa, a lo que él asintió—. ¡Ah! Y para que no te aburras... —Revolviendo en el cajón donde guardaba sus cosas de costura—. Aquí tengo una bola de estambre para que juegues... —Dejando la lana en sus manitas— ¡No tardo! —Bajando por la pequeña trampilla.

El de orejas puntiagudas se había quedado estupefacto en la habitación de la azabache. No le resultaba creíble la aparente amabilidad de su nueva dueña y la rapidez con la que se ofreció a alimentarlo. Era casi irreal. No recordaba la última vez que alguno de sus anteriores portadores se mostrara tan entusiasta en alimentarlo con queso Camembert.

«Seguramente le echará veneno de ratas o algo así... Única explicación lógica...»

Y esa bola de estambre que le dejó. ¿Acaso Marinette creía que podría convencerlo así de fácil? ¿Con una simple lana? No se iba a dejar embaucar tan fácilmente. No a Plagg.

—Una bola de estambre... Ja, como si me fuera a entretener con esto... —Haciendo un mohín con los labios.

El felino intentó lanzar la bola de lana a algún lugar de la habitación. Sin éxito, ya que su pequeña patita se había quedado enganchada a la lana. Frunció el ceño, moviendo su mano de arriba a abajo para zafarse.

Nada.

Empezó a levitar y a moverse con más fuerza y rapidez, decidido a librarse de aquellas hebras de estambre enrolladas, que parecían aferrarse a sus manos cada vez más.

«No creas que me vencerás, lanita... Ya verás...»

Mientras, Marinette revisaba en la bodega, buscando el queso favorito del pequeño gatito. Quería asegurarse que su apariencia fuera de su agrado, así que tomó una pequeña charola y colocó allí el lacticinio.

No iba a mentir, le encantaba su nuevo kwami. Se había encariñado con él en muy poco tiempo. Le parecía muy adorable, respetuoso y recatado. Y aunque tenía en mente el hecho de que Tikki estuviera bajo el cuidado un malvado portador como el de Plagg, no se preocupaba demasiado. Tikki era un poco ruda cuando se lo proponía, y podía volver loco a su nuevo dueño si llegaba a molestarla. Aun le sorprendía que fuera tan malvado y desconsiderado con un gatito tan lindo y tierno como Plagg.

Seguramente, era un idiota.

No quería pensar en eso. Más bien, quería tardarse lo menos posible para llevarle la comida a su nuevo pequeño amigo. Seguramente, su estómago estaba rugiendo como un motor.

Subió lo más rápido que pudo con el Camembert, para no hacer esperar a su nuevo invitado. Cuando se asomó por la trampilla, no pudo evitar soltar una gran carcajada.

Plagg estaba rodando y volando por todas partes, como un auténtico felino. La bola de antes se había convertido en una hebra de lana que recorría toda la habitación, desde debajo de su cama hasta el tragaluz de arriba.

Y Plagg, cuando vio a la de coletas, un rubor de vergüenza se adueñó de su rostro, consciente de la situación en la que se encontraba.

—Plagg... —Intentando contener una risotada—. ¿Qué pasó?

—Eh, yo... —Mirando a todos lados, para luego, señalar la hebra de lana—. Fue culpa de ella...

—Bueno... —Ya sin poder contener las ganas de reír—. Arreglaremos eso luego. Ven, te traje Camembert. Y mira... —Mostrándole una porción de pan—. Sabe mucho mejor en pan de masa madre...

«Estoy en el cielo...»

Los ojos verdes del felino se iluminaron y sintió su boca hacerse agua ante aquella delicia que la joven ponía ante él. Replanteándose la idea de cómo debía ver a su nueva portadora.

—Esto es... —Quedando absorto por unos segundos, observando la charola—. ¡Increíble! ¡Gracias! —Abrazándose al brazo de Marinette con sentimiento.

La ojizarca sonrió con dulzura, acariciando la cabeza de Plagg adorablemente.

—De nada... Anda, come —Él obedeció, llenando sus mejillas con todo lo que podía, tal como una ardilla, sacándole una sonrisa a la fémina—. ¿Sabes? No puedo creer que un gatito tan lindo como tú —Un tono rosáceo se apareció en sus pómulos halagado por el cumplido—, sea tratado tan mal por su portador... —Al oír eso, el kwami tragó con dificultad.

—Amm, respecto a eso...

—Seguro es un idiota —Interrumpió—. Es más, cuando sepa quién es, y lo tenga enfrente —Apretando sus puños —, le daré una buena golpiza para que aprenda a no ser tan cruel contigo...

«Ese idiota, es el chico que te gusta, genio...»

JULIO MULTISHIPP [Drabbles y oneshots]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang