20. FILOSOFÍA

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Anhelo. Era lo que la azabache de rasgos orientales albergaba en su corazón por aquel joven de gemas grisáceas. Admirándolo desde lejos, extasiada por su perfección y presencia. Una personalidad tan seria, refinada, pulcra y elegante, que la hacían suspirar a todas horas. No sabía porque, pero aquel muchacho tan misterioso le hacía sentir millones y millones de mariposas, revoloteando en su estómago. Porque aquel joven era el dueño de su corazón.

En su imaginación, claro.

Porque, por más que le doliera decirlo, Gabriel no tenía ni la más remota idea de su existencia. Nunca le había hablado, ni siquiera saludado. Y la verdad, la azabache tenía miedo en hacerlo. ¿Qué tal si no le agradaba? ¿Y si no llegaba a gustarle? ¿Y si, en vez de acercarlo, lo alejaba más?

Para ella, era mejor mantenerse a raya, que sufrir por un amor no correspondido.

Pero no podía. No podía evitar sentirse más y más atraída a aquel varón tan formal y aplicado, de apariencia angelical. Era la primera vez que se sentía así. Siendo arrastrada sin remedio a un espiral interminable de emociones y sensaciones que no entendía. Dejándose llevar por los dictados del corazón, sin obedecer la voz de la razón.

Sabine era una chica tímida, y acercase a las personas le resultaba muy difícil, mucho menos a su amor platónico. En otras palabras, no era su fuerte.

Pero espiar e investigar a las personas, ese sí que era su punto fuerte.

Se sabía su rutina de memoria. Llegaba temprano a la Universidad, a las 7:10 a.m. Sabía lo aplicado y estricto que era con cada una de sus asignaturas. Dejaba todas sus cosas en su casillero, a excepción de los libros que debía usar para las materias de ese día. Generalmente se paseaba por la cafetería a eso de las 7:45 a.m. buscando su bocadillo favorito: un croissant caliente y fresco. Terminaba de comer justo a las 7:53 a.m. entrando a su clase con minutos de sobra.

Sabía que, a la hora de la salida, dedicaba unos cuantos minutos a la biblioteca, ojeando algunos libros de Filosofía, la materia en la que siempre tenía que poner un poco más de esfuerzo. Y sabía que esa era la oportunidad que tenía para acercarse a él, en un momento calmo y sin distracciones.

Quizás por fin, podría hablarle.

La joven se dirigió a la biblioteca, quedando embelesada al divisar a lo lejos al varón de reluciente cabellera dorada, que estaba sumergido en su lectura. Aproximándose con prudencia y sigilo, procurando no ser vista por él.

Poco a poco fue recortando el trecho que los separaba, quedando a unos escasos metros de distancia del muchacho. Sus piernas flaqueaban al sentirse tan cerca de su enamorado, que hasta ese momento, no se había percatado de su presencia. Claro que podía arrepentirse, darse media vuelta y largarse, sin que el chico se enterase.

Pero no, no se iba a echar para atrás. Estaba decidida.

«Venga Sabine, tu puedes...»

La chica carraspeó ligeramente la garganta, despertando al rubio de su interesante lectura.

—Oh, eh... Disculpa —Señalando la silla a su lado—, ¿está ocupada?

El joven negó con una afable sonrisa, apartando cortésmente la silla.

—No está ocupado. Puedes sentarte, si quieres.

La fémina asintió mudamente, sentándose y oteando discreta y sutilmente al blondo a su lado, que se había vuelto a sumergir en su lectura. Soltando un grito interno de emoción tras haberse acercado tanto al chico de sus sueños.

«Bien, lograste saludarlo. Ahora, intenta no arruinarlo...»

—Hey, esto... —Señalando su libro—. ¿Lees?

JULIO MULTISHIPP [Drabbles y oneshots]Where stories live. Discover now