Ropa nueva (tercera parte)

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-Entonces, tus demonios patrullarán hasta esta zona, la cual limita con nuestro territorio...

-Sí...

-Y los cementerios serán zona compartida, es decir, el día será nuestro y la noche de ustedes.

-Sí...

-¿Me estás oyendo, Beel?- preguntó Gabriel al notar el tono ausente de su interlocutor. 

Beelzebub, poniéndose a la defensiva, contestó de mal modo:- ¡claro que te estoy oyendo! ¿Crees que soy sordo o qué? 

No quería hablarle así, pero estaba demasiado frustrado como para mostrar buenos modales. Gabriel no le había hecho ni un solo elogio en toda la noche, ni uno: nada sobre su nuevo corte de cabello, a la moda de los humanos jóvenes, ni sobre la colonia fragante que le ayudaba a espantar a las moscas, ni sobre ese hermoso traje de levita que tanto le había costado encontrar y que Zira debió arreglarle con magia, porque no había exactamente de su talla en ninguna tienda. No esperaba que se desmayara de amor por él, pero tampoco que ignorara tan olímpicamente su nueva apariencia.

-Tengo que regresar al infierno- dijo de repente, bebiendo una última copa.- Adiós.

-Espera... ¡Beel!- pidió el arcángel desolado al ver al príncipe marchándose a toda prisa, y siguiéndolo hasta la calle para evitar que desapareciera. Beelzebub, incómodo, echó a correr hasta un callejón pero Gabriel fue más rápido al volar y lo alcanzó, tomándolo del brazo. El demonio lo encaró a los gritos.

-¿Qué crees que haces, imbécil? ¡Suéltame ya mismo o te carbonizaré vivo!

-¿Qué crees que haces tú marchándote así de golpe, casi sin despedirte? ¿Eres un salvaje o qué?

Al oír eso Beel se enfureció más, pero al mismo tiempo sus ojos se humedecieron.- ¿Yo un salvaje? ¿Eso es lo que piensas de mí, no es cierto? No importa cuanto me esfuerce en verme mejor. Para ti soy solo un sucio demonio salvaje.

-¡Yo nunca he dicho eso!- negó Gabriel desesperado.

-¡Da igual! Déjame ir. No quiero quedarme aquí a seguir perdiendo el tiempo con alguien que no me...

La frase se cortó y el arcángel entendió que era por su culpa, por haber permanecido en silencio en vez de hablarle con el corazón. Había gastado el valioso tiempo de aquella cena con burocracia, en lugar de decirle a Beel lo bonito que estaba, lo seductora que era su fragancia. Ahora lo estaba mirando con desprecio. Ahh, ¿por qué había sido tan estúpido?

-¿No me vas a soltar? ¿Qué más quieres...?

Rápida e intempestivamente sus palabras fueron acalladas por un beso de Gabriel que le robó el aliento: largo, húmedo y que le hizo temblar las piernas. El arcángel lo abrazó con tanta fuerza que lo levantó unos centímetros del suelo. Cuando lo soltó lo vio sonreír, y parecía más atractivo que nunca.

-Perdón por no decirlo antes, Beel, pero te lo diré ahora: luces extremadamente adorable esta noche.

-¿¿Qué diablos... qué diablos acabas de hacer??- exigió con un grito y una patada en los bajos que dejó al arcángel retorciéndose en el suelo. Gabriel observó impotente como Beelzebub desaparecía en la oscuridad; en cambio Beel no podía ni siquiera pensar, su mente se había desconectado después de sentir la boca de Gabriel encima de la suya. Al llegar a casa se encerró en sus aposentos y se tiró en la cama, agradeciendo ser un demonio; si fuera humano, los latidos frenéticos de su corazón ya lo habrían matado.

Buenos Momentos (GO Drabbles)Onde histórias criam vida. Descubra agora