D I E C I O C H O

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Le he dicho a Santiago más de una vez que tiene que empezar a comprar edredones de colores porque todos los que tiene, que no son pocos, van solo desde el blanco claro hasta el blanco oscuro, o sea, todos son blancos

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Le he dicho a Santiago más de una vez que tiene que empezar a comprar edredones de colores porque todos los que tiene, que no son pocos, van solo desde el blanco claro hasta el blanco oscuro, o sea, todos son blancos. Aunque bueno, todos sus gustos en cuanto a variedad de colores en lo que sea, siempre se inclinan a los claros mientras que yo me voy a los oscuros; si de mí dependiera, cada pared de la casa tendría un color diferente.

Estoy cambiando los edredones de todas las camas, y en la habitación de Santi no me queda de otra que cambiar uno blanco por otro blanco.

—Se ve triste —murmuro para mí misma—. Si al menos tuviera flores o frutas o...

Unos nudillos en la puerta a mis espaldas, me callan y giro para mirar a la señora Eliana en el marco.

—Hola, señora Eliana.

—¿Podemos hablar un momento?

—Claro.

Camina por el pasillo hacia el comedor, así que dejo las cobijas en el suelo y voy tras ella. No hemos vuelto a tener inconvenientes y en los días que se ha quedado luego de la prueba de vestido, la convivencia ha sido más bien armoniosa, incluso hemos compartido animadas y felices charlas... muy pocas y de algunos minutos pero es mejor que nada.

Al llegar, la señora toma asiento en la cabeza de la mesa y hago lo mismo en la silla a su derecha.

—Primero que todo, quiero disculparme por lo que pasó la semana pasada, Carolina.

—Oh, no se preocupe, señora.

—Mi hijo ya no es ningún niño y no estoy para cuestionar sus decisiones —continúa, omitiendo mi comentario—, y no lo hago. En realidad, y esto se lo he dicho a él varias veces, creo que usted es una buena mujer. Entenderá que para ninguno de nosotros es... una situación común. Admito que más para mí. Soy de las que creen que un matrimonio es sagrado, y sé que ya no estamos en mi época, pero me contraria demasiado saber que mi hijo se casará por segunda vez.

Guardo silencio por unos segundos. Encuentro algo hipócrita que hable con tanto desparpajo de la santidad del matrimonio luego de tantas cosas que nos ha dicho directa e indirectamente. La comprendo, sin embargo, o algo así. No he pasado por nada de lo que esta pequeña familia ha pasado y no soy nadie para juzgar. La señora Eliana enviudó antes de los treinta y cinco años y en un par de ocasiones le ha insinuado a Santiago que si ella fue capaz de sacarlo adelante sin un segundo esposo con ayuda de su familia, él también podría sin esposa, y tuvo el descaro de decirlo aún cuando es prácticamente ella quien impulsa nuestra boda y quien dijo —aunque admito que con sarcasmo— que era positivo que se casara. ¿Quién la entiende?.

—No es por divorcio, señora Eliana, así que no está faltando a su palabra con nadie.

—Lo sé, él me lo ha dicho. —Toma un hondo respiro y desviando la mirada, continúa—. Cuando Santiago me dijo que se iban a casar, pasé primero por tristeza y luego por rencor, pero no con usted, sino por su decisión en sí. Luego pensándolo mejor, sí tuve un poco de rencor con usted porque algo me decía que de alguna manera, lo estaba reteniendo en este país aún cuando tantas veces le pedí que se fuera con mi nieta a vivir conmigo nuevamente.

El no príncipe de mi cuento de hadas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now