C I N C U E N T A Y C U A T R O

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Estoy en la nada

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Estoy en la nada.

Mi mente se mantiene en ese momento post-crisis y pre-recuperación. Los sonidos los hallo distantes, las imágenes grises y el cuerpo lo siento débil. Hacía años que no tenía un desequilibrio emocional tan pesado y por unos momentos me percibo a mí misma de nuevo como una niña que no encuentra razones lógicas para que el mundo y la vida la traten mal.

Vagamente sé que estoy en la casa de Luka, que mi cuerpo reposa en uno de sus sillones, que la señora Elvira ha entrado hace un rato y me saludó, que a tres horas de distancia Santi debe estar odiándome pero de lo que más soy consciente es de lo miserable que me siento por mil razones diferentes.

Mi pecho se llena con una bocanada de aire que tomo sin darme cuenta y al expirar todo a mi alrededor regresa a mí. Veo a Luka en el sillón de enfrente con la mirada perdida en el suelo, mas al notar que me muevo, me observa; pule un intento de sonrisa tranquilizadora y se aclara la garganta.

—Lamento todo esto —dice, como si la culpa de los acontecimientos recientes fuera enteramente suya—. Quisiera poder hacer algo más para que no pasáramos por... todo.

El que use el plural es su aceptación total a que también sufre y que es por mi causa. De repente mi mera presencia en esta casa se siente incorrecta e hiriente. Cuando salí de mi casa hacia acá venía con la idea de hacerle mil reclamos a Luka y si bien finalmente resolví que no era justo, terminé hiriéndolo en otro nivel que él no merece.

Mi falta de respuesta solo trasluce lo vacía que me siento. No tengo más qué decir porque creo que al abrir la boca solo empeoraré las cosas. El teléfono de Luka, que está sobre la mesita de centro entre nosotros, suena y al ver el nombre de quien llama en la pantalla, Luka lo coge rápidamente.

—Buenas tardes —responde—. Sí, él habla. —No lo miro directamente en pro de no ser indiscreta pero la falta de más sonidos, no me deja de otra que escuchar lo que dice, y ser testigo de su creciente inquietud—. No, ella no tiene el permiso. No, no lo pueden dejar salir. Solamente yo como tutor puedo hacer eso. Sí, eso deben hacer. Entiendo, yo pasaré por él. Gracias.

Cuando cuelga se pasa ambas manos por la cara, frustrado. Se pone de pie y busca su chaqueta que está en una de las sillas del comedor unos pasos más allá. Cuando regresa a la sala, me ve y parece recordar que sigo acá.

—¿Qué ha pasado?

—Dennise quiere sacar a Mateo del instituto.

—¿Sacarlo a dónde?

—¡No lo sé! Ellos dos son algo así como amigos pero con lo que acaba de pasar, dudo que vaya a invitarlo a un helado. No sé qué planea ella con mi hermano pero ya me cansé de ser permisivo al respecto. Mateo no puede mantener amistad con ella y a partir de hoy eso se acaba.

—Igual no puede sacarlo, ¿no? Es menor de edad.

—No durante clases, pero en una hora se acaban y no lo pueden retener. Debo ir yo por él... —Luka cierra un momento sus ojos como si buscara un plan qué seguir—. Debo ir por mi auto, luego lo recojo y luego debo pasar a la estación de policía. Necesito denunciar a Dennise. Anoche me ha drogado, ha sacado información de mi teléfono y es necesario mantenerla alejada de mi familia.

El no príncipe de mi cuento de hadas  •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora