S E S E N T A

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Vinieron

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Vinieron.

Mis padres vinieron a mi boda.

No era algo que esperaba y para mi propia sorpresa, es esto lo que me dispara los nervios pre-boda pese a que tenía la ilusa sensación de que me habían eludido.

Cada vez que recuerdo cómo la opinión y acciones de mis padres me afectan me reprendo y me odio un poquito pero este día en específico aún más porque sé dentro de mí que no debería importarme nada sino el hombre que me espera en el altar, sin embargo verlos me hace pensar todo.

¿Mi vestido está bien? ¿mi mamá se sentirá feliz de verme caminando por el pasillo? ¿tendrá mi padre en su mente que mi futuro esposo tiene una hija y me reprochará? ¿se sentirá bien mal de no ser él quien me entregue en el altar? ¿me caso bien o debí esperar más años? ¿debí realmente haberlos invitado?

Dios, no dejes que me arruinen todo.

Y es que no son solo ellos. La señora Eliana está ahí y ha venido con dos de sus hermanas —que no conocía pero que de inmediato mostraron su recelo hacia mí—; se supone que las cosas entre mi suegra y yo quedaron bien hace meses cuando me aseguró que bendecía mi boda y siendo justos con ella, no ha dado indicios de haber cambiado su opinión frente a mi vida con su hijo, pero en este preciso momento mis nervios se encargan de susurrarme a las malas lo contrario y también dudo de todo lo que a ella respecta.

¿Y si mi vestido es muy escotado? ¿y si no es lo suficientemente blanco? ¿o si es demasiado blanco? ¿y si alguna dice algo cuando digan "hable ahora o calle para siempre"?

Dios, no dejes que mis nervios me arruinen todo, por dos.

La soledad de este pequeño cuarto me ahoga y por un momento tengo el deseo de llamar a Santiago, decirle que venga acá con Rose y luego salir juntos por la puerta trasera, huir de todos vestidos de novios y tomar un taxi los tres hasta otro país.

El pensar en Santiago me calma un poco.

Mi vestido estará bello para él. Yo luciré hermosa para él. Él sonreirá al verme caminar en su dirección. Él sabe que mi vestido es del blanco correcto. Él me quiere en su vida.

¿O no?

No, no pensamientos negativos. No, Caro, no.

Entonces me quedo sin tiempo de nada.

La conocida marcha nupcial suena alto a unos metros de donde me encuentro y me anuncia que es el momento de mi entrada.

Trago saliva, sintiendo los nervios en cada poro del cuerpo y debatiendo en mi cabeza si son a causa del miedo, la expectativa normal o el arrepentimiento.

Me sobresalto frente al espejo cuando la puerta a mis espaldas es abierta con brusquedad. Cuando ve el susto que me ha dado, Theo sonríe burlón y levanta las manos en son de paz.

El no príncipe de mi cuento de hadas  •TERMINADA•Where stories live. Discover now