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𝐞𝐬𝐨 𝐜𝐫𝐞𝐞𝐬

Clara recobró sus sentidos al día siguiente, cuando los huesos de su cuello volvieron a estar en la posición correcta

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Clara recobró sus sentidos al día siguiente, cuando los huesos de su cuello volvieron a estar en la posición correcta. Por el dolor acentuado que sentía, sabía que le habían roto el cuello más de una vez desde que se quedó inconsciente.

Aunque a penas llevase un día sin beber sangre, estaba débil por la cantidad de heridas causadas y las cuantiosas dosis de verbena. El simple hecho de recordar que Damon estaba vengativo le dio ganas de hacerse la muerta por un rato más.

Para su desgracia, su torturador y antiguo mejor amigo estaba ya preparado frente a ella. El muy mamón incluso había traído una mesa para dejar a disposición los objetos punzantes con los que la apuñalaría. Además de su arsenal de armas, se había traído unos guantes; mucha, mucha verbena y...

¿Era eso un flus-flus?

¿En serio se había traído un maldito pulverizador?

Con un gruñido, Clara se intentó poner en una posición más cómoda y se permitió rodar los ojos ante la escena que había montado Damon.

-No me ruedes los ojitos, Clara -alzó las cejas con su característica falsa sonrisa ladeada-, todavía no he empezado siquiera.

El moreno se acercó a la mesa, se puso los guantes y empezó a echar verbena en el pulverizador.

-¿Por qué tengo la sensación de que estás disfrutando con esto?

-Porque lo estoy haciendo -cerró el pulverizador con cuidado y se giró sobre sus talones-. ¿Sabes qué? Tenías razón, soy un monstruo -Damon se agachó hasta estar a la altura de Clara, mirándola con sus fríos ojos azules. ¿Desde cuándo había desaparecido la barrera de ceniza de montaña?-. No tú. Por eso tengo que hacer esto -una nube de verbena flotó hasta estar en su cara acto seguido, haciendo que la pelirroja empezara a toser-, ya me lo agradecerás cuando tengas de nuevo tu humanidad.

Capullo.

Cuando consiguió dejar de toser, tiró de las cuerdas que la atrapaban; pero, como era de esperar, no consiguió nada. Damon, en respuesta, le pulverizó un par de veces más la verbena. Clara apretó los dientes, tratando de no respirar, pero la verbena quemaba su piel.

-¿Crees que después de todo lo que has hecho voy a perdonarte -a Clara le costó conseguir que su voz fuese más que un hilo casi inaudible-, que cuando encienda mi humanidad correré a tus brazos?

-Correré el riesgo, Clara -Damon rodó los ojos mientras se ponía de pie. No la estaba tomando en serio-. Empezaremos de cero si hace falta.

-Pareces muy seguro de ti mismo.

La híbrida se volvió a revolver entre las cuerdas, viendo a su creador moverse hasta la mesa. Dejó ahí el pulverizador y empezó a mover los trastos que había traído.

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