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La habitación que Santiago me había ofrecido era cómoda, no podía quejarme de aquello. Pero a pesar de que las sábanas eran suaves y reconfortantes,y la paz que invadía aquel lugar hacian ver todo maravilloso, nada lograba que pudiese conciliar el sueño.

No culpaba el sitio ni la situación en la que ahora meencontraba, yo era la única que aún no cerraba el ciclo de extrañar a papá.

Me levanté con cuidado de mi cama y salí a huertadillas,no quería despertar con el ruido de mis pasos a alguno de los trabajadores de la hacienda, sabía que eran muy madrugadores.

Pasé de largo a la cocina en busca de un vaso con agua. Mi figura cruzó la mesa del comedor, atravese la despensa hasta dar con la nevera que se encontraba en una esquina. La abrí y mire lo que había adentro. Visualice una jarra de agua llena casi a hasta la mitad.

Me serví un en uno de los vasos que había a un lado del lavabajillas y regresé la jarra a su lugar.

- ¿Tampoco puedes dormir? - la voz ronca de Santiago casi hace que me atragante con el líquido que acababa de beber.

- ¡Dios!, que susto - exclame y me lleve la mano a mi pecho que latía a toda velocidad-. ¿Tú no puedes dormir? - levanté una ceja.

- Son las cuatro de la madrugada - me dedico una sonrisa. Santiago llevaba puesta una camisa de cuadros azul y un pantalón color crema acompañado de unos zapatos negros-. Es mi horario habitual - se levantó del comedor y avanzó unos pasos hasta mí.

¿Cómo no pude haberlo visto?

- Está haciendo algo de frío, no vaya ser que pesques un resfriado, es mejor que te abrigues - mi vista enseguida se dirigió a mi vestimenta. Estaba en la diminuta bata de dormir de tirantes.

- Lamento si te he despertado - me ruborice porque en realidad su presencia me colocaba nerviosa.

- No me has despertado - sonrío de nuevo y dejo un vaso vacío en la despensa-. Yo también venía por un vaso con agua, estaba sediento.

- Eres muy trabajador, no creí que te levantaras tan temprano - respondí mientras metía un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

- Mi padre me enseñó todo lo que sé, mi vida se resume en estas tierras - lo decía orgulloso, Santiago era el tipo de hombre que iría hasta el fin del mundo por rescatar la herencia familiar. De eso estaba segura.

- Patrón buenos dias,¿desea chocolate? - la voz de una mujer mayor nos sorprendió mientras encendía la luz-. Perdone, pensé que estaba solo.

- Gracias Ignacia ya sabes que no me gusta que te despiertes tan temprano a cocinar.

- Para eso estoy cariño - sonrío ella.

- Paola es la que se encarga de eso, no te preocupes por mí comeré con los trabajadores, pero tú puedes encargarte de Luciana - tomó unas llaves que colgaban a un extremo de la pared y le dio un beso en la frente a la mujer-. Me llevaré la camioneta, dile a José que lo espero en la procesadora.

- Como ordene patrón.

- Nos veremos al mediodía Luciana - se despidió de mí y aquella mujer le ofreció una bendición antes de que cruzara la puerta.

- Buenos días, ¿Que deseas para el desyauno mi niña? - la mujer se acerco hasta la despensa. Era amable y risueña, se veía que conocía a Santiago desde hace mucho. Pero no recuerdo haberla visto nunca antes en el tiempo aue estuve aquí.

- No quiero ser molestia... - susurre y ella se echo a reír.

- ¿Tu eres la hija de Javier verdad? - levantó una ceja mientras se colocaba un delantal.

Almas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora