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Observé las facciones de su rostro

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Observé las facciones de su rostro. Sus largas pestañas rubias, una barba a medio crecer y unos labios carnosos. No pude evitar sonreír al ver a Santiago dormir a mi lado.

- Buenos días – abrió los ojos de repente, aquellos dos iris de color verde oliva pronto entraron en contacto con los míos.

- Buenos días – sonreí en respuesta.

- ¿Cómo te sientes? – levantó una ceja al mismo tiempo en que pasaba una de sus manos por mi rostro.

- Mucho mejor.

Santiago miró el reloj puesto en la mesita de noche, era más de las nueve de la mañana, muy tarde para el horario que maneja en la hacienda. Sin embargo no parecía preocupado por aquello, lejos de eso una expresión de calma se dibujó en su rostro.

- ¿No es muy tarde ya? – rompí el silencio que se había creado.

- Creo que los trabajadores se las han arreglado sin mí – se levantó de la cama y fijó sus ojos por una de las cortinas de la habitación-. Ahí veo a José dándole indicaciones a Juancho. Se las pueden arreglar sin mí – dejó a un lado la cortina y se devolvió a mi lado, tan solo estaba en un pantalón y su pecho estaba al descubierto. Santiago poseía un estado físico perfecto, bastante ejercicio hacía por las mañanas al ir a la procesadora, además José mencionó una vez que le gustaba trotar-. ¿En qué piensas? – su pregunta me había tomado por sorpresa.

- En que quizás deba ir a bañarme – me había ruborizado de haber pensado en aquello.

Me adelante hasta el cuarto de baño mientras Santiago se quedaba a un lado de la cama sentado, se estaba burlando de aquello. Me tome mi tiempo adentro desenredando mis cabellos con el acondicionador, tomé,en mis manos una de las tantas toallas que reposaban en una de las cestas de ropa y me envolví en ellas. Respiré profundamente el aroma que salía de allí, tenían su olor. Sonreí internamente en cada parte de la casa había algo característico de Santiago. Era como si todo el lugar gritara a los cuatro vientos su nombre. Salí de allí y lo encontré con una camisa puesta, dibujó una sonrisa en sus labios y después tomó en sus manos las llaves que reposaban en la mesa.

- Voy a salirme para que puedas cambiarte, así también aprovecho y hablo con José acerca de las cargas de la próxima semana.

- Vale – respondí mientras lo veía salir de la habitación.

Me acerque hasta el lugar en que Ignacia y Paola habían dejado mis cosas, todas estas estaban perfectamente acomodadas en orden en los gaveteros del closet, mis cosas se mezclaban con las de Santiago, y era extraño ver aquello. Quizás para mí lo era, ya que nunca había pasado por una misma situación, nunca había vivido contra persona que no fuesen Natalia y mi padre, menos compartir la habitación con un hombre. Saqué de allí un vestido de algodón color rosa que había comprado recientemente en el pueblo, y tomé en mis manos el collar que mi padre me había dado hace años. No lo había vuelto a utilizar desde que él había muerto, creo que había sido uno de mis errores cometidos cuando él se fue, >>querer deshacerme de todas sus cosas sin conservar nada suyo>>. Ahora sabía que él siempre haría parte de mi corazón.

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