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“Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido”.

-Julio Cortázar -

Me he despertado a la hora acordada con Santiago, todos parecen que estan durmiendo pero la realidad es otra, algunos trabajadores ya han empezado sus labores hace veinte minutos, mientras que yo me encuentro en el comedor de la cocina esperando a que Santiago aparezca.

- Ten, las labores en el campo son muy pesadas para una mujer y más cuando estas cogiendole riendas hasta ahora - Ignacia ha preparado una enorme tortilla de huevo con algunas rebanadas de tomate por dentro, junto a un chocolate espeso.

- Gracias Ignacia, parece que a las únicas personas que les agrada mi estadía son a ti y a Paola.

- No digas eso niña, a Santiago le agrada tu compañia, es solo que es un poco tosco para tratar a la gente.

Los pasos sobre la madera nos alerto a ambas que ese hombre venía bajando los escalones, comí tan rápido como mi boca me lo permitió y en cuestión de minutos ya lo tenía enfrente.

- Buenos días Ignacia - fue lo primero que dijo cuando atraveso la cocina.

- Buenos días cariño - sonrío ella y le extendió una taza con chocolate caliente pero él no la recibió.

- Ya veré que como por el camino - aún estaba enojado-. Luciana toma tus cosas, voy a mostrarte tu trabajo de ahora en adelante.

Asenti a lo que dijo y me levante de la mesa.

- Gracias Ignacia, todo estaba muy rico - ella sólo me dedico una sonrisa y se quedó unos minutos a solas con Santiago mientras yo salía de la cocina, aún así pude escuchar lo que ambos conversaban.

- No seas tan duro con esa niña, se ve que ya ha sufrido mucho por la muerte de su padre.

- Yo a la semana de morir mi padre, ya estaba a cargo del cafetal, me rompí el lomo todos estos años trabajando y sacando adelante la hacienda.

- Santiago, ella aún no se acostumbra.

- Pues que lo haga - sentí los pasos de Santiago acercarse hacía mí, cruzó su vista con la mía y me tomo de la mano fuertemente.

- ¿A donde me llevas? - pregunté cuando ibamos rumbo a la camioneta y no al establo que había atrás de la casa.

- Te dije que iba a mostrarte el trabajo en las caballerizas- gruño molesto mientras abría la puerta del copiloto-. Sube, y ponte el cinturón.

Subí al asiento y me acomode el cabello detras de las orejas ya que se había despeinado por el viento, Santiago no cruzó ninguna palabra conmigo durante el trayecto del camino, era extraña su actitud ya que el dia anterior había actuado distinto.

¿Qué habia sucedido para que su actitud cambiase tan de repente?

- Hemos llegado - quito las llaves de la camioneta una vez esta se estaciono en un lugar alejado de la hacienda,el sitio lucia desolado y casi vacío.

- ¿Es aquí? - pregunté curiosa ya que lo había imaginado totalmente diferente.

- Si, es "aquí" - respondió él mientras bajaba, acto seguido yo lo hice también-. Lleva dos años así - se cruzó de brazos-. El que antes se encargaba de esto era José, pero ya que tu estas mas capacitada que él, podras con ello.

Aquello me causo curiosidad, Santiago no era de los que descuidara algo a tal punto como esa caballeriza lo estaba.

- ¿Porqué esta así desde hace tanto? - mi pregunta pareció sacarlo de sus casillas.

Almas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora