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Vendida.

Mi madre me  había vendido a Santiago. No había otra palabra qué describiera lo que había sucedido, tampoco sabía lo que buscaba Santiago con todo esto ¿Porqué aceptar tal barbaridad?¿Hasta dónde quería llegar?

- Mi niña no llores - Ignacia me levanto de allí mientras intentaba aún creerme las palabras de Santiago.

- Mi madre me abandonó a mi suerte Ignacia - sollocé mientras intentaba componerme de mi estado de shock.

- Ven, vamos a tu habitación, te prepararé un té caliente para que te sientas mejor.

- Gracias pero no quiero nada,sólo recostarme en la cama y descansar.

Ignacia me dedico un gesto que sólo traducía que tenía lástima por mí.

- Esta bien cariño - fue lo único que me respondió mientras me regrese a la habitación.

Me deje caer en la cama, esta vez dejé escapar todas mis lágrimas allí,ya no quería guardarme nada, me iba a permitir llorar lo que fuera necesario si en parte mitigaba el dolor.

El que Santiago firmará tal acuerdo me dejo pensar toda la noche. ¿Qué barbaridades le habría dicho mamá acerca de mí? ¿Que era eso que lo tenía tan enojado? Necesitaba hablar con él.

(...)

El reloj en la mesa de noche sonó.  Me desperté tan rápido como pude, tome un ligero baño y me dispuse a cambiarme de ropa.  Eran las tres y quince de la madrugada, todos estaban ya despiertos incluyendo a Santiago, lo sabía porque pude escuchar ruido en su habitación cuando bajaba hacia la cocina.

- Buenos días mi niña - Ignacia me saludó en cuanto me vio parada en la puerta de la cocina, los platos ya estaban acomodados en el comedor y el olor a chocolate caliente se podía oler desde donde me encontraba.

- Buenos días - susurre.

- Siéntate y desayuna, anda - insistió pero negué con la cabeza.

- No tengo hambre, tampoco quiero sonar grosera contigo.

- Pero criatura, ¿Cómo vas a decirme eso? ¿Quieres acaso enfermar?

- Voy a estar bien......

Los pasos de Santiago de hicieron sentir sobre la vieja madera de la cocina, su aroma quedó impregnado por todo el lugar, tomó una de las sillas y se sentó para desayunar al igual que el resto de días.

- Voy a esperar a José - dije antes de salir de allí dándole la espalda.

Me quedé esperando a José en la entrada de la casa, pero fue Paola la que salió del interior de esta con un pequeño portacomida

- Te lo manda Ignacia Lu - dibujó una sonrisa-. ¿Puedo llamarte así verdad?

- Si Paola, puedes decirme así - tomé el porta en mis manos y le sonreí-. Dile que no debió molestarse.

- Esa mujer haría lo que fuera pa ayudar a otro, no te preocupes por eso.

- Gracias Paola - me abracé a ella como si fuera una amiga cercana, tal vez ella e Ignacia eran lo más cercano a un amigo que tenía allí.

- Ay,no llore, que se siente re feo - respondió ella.

- También se llora por felicidad - dije mientras limpiaba mis mejillas-. Lloro porque eres una buena persona.

- Usted también es muy buena.

José salió del interior de la casa y me separé de Paola para subir junto a él al auto, ese hombre era igual de frío que Santiago, era callado y tenía aspecto de pocos amigos, no me limite a decir nada que no fuera agradecerle por haberme traído hasta la caballeriza. No estaba de ánimos, ¿Como estarlo? Mi vida había cambiado de la noche a la mañana.

Almas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora