- ¿Cómo fue que llegamos a esto? - Santiago enarca una ceja mientras toma asiento a un lado mío. Me hago la desentendida del tema y giro mi vista hacia otro lado.- No sé de qué hablas - argumento a su respuesta.
- Sabe de lo que hablo Luciana - suspira-. Tú y yo éramos muy buenos amigos de niños, no puedo decir que ahora te considere o te vea como una amiga.
- No sé a qué quieres llegar y es mejor que mire a ver si alguien ha llegado por nosotros - me intento levantar de allí pero él me detiene jaloneándome de uno de mis brazos.
- ¿Qué demonios...
- Te vas a quedar sentada a escuchar lo que tengo que decir - logra sentarme de golpe-. No te considero como amiga porque te veo como mujer - la distancia entre Santiago y yo se ha vuelto muy corta. Tanto así que puedo sentir su respiración cerca a la mía.
Mis manos se han ajustado a su cuello, porque de alguna manera negarme a lo que estaba sintiendo por Santiago no me iba servir en absolutamente nada. Así que mis ojos hacen contacto con los suyos verdes oliva.
- Yo también te veo diferente - respondo y el me dedica una sonrisa-. Pero se me es difícil creerte... ¿cómo sabré que no vas a lastimarme de nuevo? - enarcó una ceja. Aquello era mi gran temor, por primera vez estaba dejando de lado mi orgullo y eso me costaba. Estaba dejando todo en manos de Santiago para que él me pudiera dar un voto de confianza. Estaba escuchando a mi corazón.
- Te lo prometo - toma mis manos en las suyas les da un beso tierno-. Nunca debí dejarme consumir por la ira.
- Ya no importa - retire una lagrima de mi mejilla.
- Te hice mal, si importa.
- Dije que no importa - le sonreí mientras pasaba mi dedo por sus labios carnosos y rosados. El movimiento fue casi inmediato los labios de Santiago estamparon con los míos, era una necesidad sentirlo de nuevo y me estaba dejando llevar por las emociones. Mis manos se enredaron en su cabello húmedo y sus manos se ajustaron a mi cadera mientras e pegaba más a su cuerpo. El beso parecía eterno a no desparecer.
- Patrón... - la voz de José nos hizo despegar y a mi dar un brinco de encima de las piernas de Santiago.
José se aclaró la garganta.
- La camioneta está afuera - sonrió como si supiera o aprobara lo que fuera a pasar.
- En un momento voy - respondió Santiago.
José salió de allí y nos dejó de nuevo solos. Santiago se quedó mirándome fijamente mientras yo apretaba mis labios.
- ¿Entonces....? ¿me darás una oportunidad?
- Te la daré - dije sin rechistar y el sonrió como un niño al que le dan un dulce o un juguete nuevo.
- Gracias - me robo un beso pequeño de los labios.
CITEȘTI
Almas Salvajes
DragosteSantiago es un hombre cerrado a su vida, dueño de una de las haciendas más importantes de café en Colombia y en el mundo,dedicado desde niño a la tierra que lo vio nacer, su temperamento fuerte hace que todo el mundo le guarde respeto y admiración...