-Epilogo-

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Decir ‘lo siento’ es decir ‘te amo’ con un corazón herido en una mano y tu orgullo sofocado en la otra
(Richelle E. Goodrich)

-Santiago, despierta... - susurré mientras lo removia lentamente de las sabanas.

Santigo estiro ambos brazos hasta colocarlos detrás de su cabeza.

- No es una mentira.... - dijo después de unos segundos mientras abría sus ojos.

-¿Qué no es una mentira? - enarqué una ceja.

- El que estes de vuelta, justo aquí conmigo - me atrajo por la cintura hasta su cuerpo-. Quisiera quedarme así por siempre - terminó de agregar.

-  Pues creo que ya vas un poco tarde para el cafetal - susurré mientras pasaba uno de mis dedos por sus pestañas.

- El cafetal puede esperar - hundió su nariz en mi cuello.

- No creo que sea lo mejor.

Habían pasado ya dos semanas exactamente desde que llegue a la hacienda, durante los dos últimos días había estado mirando los preparativos de la boda. El padre Gregorio se había alegrado mucho con la noticia, al igual que los trabajadores de la hacienda incluyendo a Paola quien era la mas animada con el tema.

Respecto a la  casa que habite durante año y medio con Ignacia aún la pensaba conservar, aquel se había convertido en el único lugar  que tuve para sanar mis heridas, así que no la pondría en venta, iba a estar disponible para nosotros el tiempo que fuera necesario.

La escuela de la hacienda estaba cada vez mejor, ahora contaba con algunos equipos de computo para los niños, de esta manera tendrían un mejor acceso a la educación desde el campo.

- ¿En que piensas? - Santiago me sacó de mis pensamientos mientras yo me levantaba de la cama.

- Que se te hace un poco tarde - replique  en respuesta -. Y en la boda.

- ¿Quieres que te ayude con eso?

- No, Ignacia y Paola ya lo hacen, tú encargate del trabajo.

- ¿Estás segura? La boda es dentro de dos semanas.

- Estoy segura - le di un beso en los labios.

Santiago me volvió a tumbar a la cama mientras se subía encima mío. Las cosas para los dos ahora eran diferentes, era un hombre distinto al que vi hace unos años, cada día trataba de demostrarme el porque merecíamos aún estar juntos. El dolor había desaparecido en parte de su vida, pero no por completo al igual que en la mía.

Habían aún cosas que nos dolian, cosas que compartíamos en común, pero ahora estabamos juntos aprendiendo a sobrevivir y a seguir nuestro camino con un tormentoso pasado.

- ¿Que haces? Estas loco - dibujé una sonrisa al sentir que me hacía cosquillas sobre la piel.

- Prefiero tener una buena excusa para llegar tarde al trabajo.

Rodé los ojos. Era necio como una mula de carga.

- Santiago...... - volví a insistir.

- ¿Qué? - enarcó una de sus cejas y me beso profundamente en la comisura de los labios-. Volvamos a hacer el amor.

Sus brazos volvieron a tomarme pegandome a él, nos besamos con desesperación  hasta fundirnos en uno solo de nuevo.

(****)

Me acerqué hasta donde se encontraba Ignacia parada a las fueras de la Iglesia, sostuve nerviosa mi ramo de flores y ella me miro aliviada.

- Mi niña, ¿Donde estabas? Me preocupe por ti.

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