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Créditos a:AlexCaedo por estos lindos separadores

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Créditos a:AlexCaedo por estos lindos separadores.

Subí a la habitación sumergida en lágrimas, ya no soportaba estar en el mismo lugar que Santiago, ya no podía hacerlo.

- ¡¿Porque la vida es asi conmigo?! - grite mientras sostenía con fuerza la almohada.

- Luciana, mi niña abre la puerta - escuche la voz de Ignacia detrás de la puerta.

- Ignacia no te preocupes por mí, voy a estar bien.

- Critura, es claro que no estas bien, déjame ayudarte por favor.

Limpie mis lágrimas mientras me levantaba de la cama. Ignacia no merecía que la dejara preocuparse.

- Pasa - le dije mientras abria la puerta. Y ella entraba sentándose en uno de los muebles.

- Mi niña linda - Ignacia colocó sus manos en mis mejillas-. No llores, No mereces borrar esa sonrisa tan bonita de tu rostro.

- No estaba haciendo nada malo, Julian sólo es.. un amigo, porque ni amigos aquí tengo.

- No necesitas darme explicaciones cariño - sonrío mientras despeinada mis cabellos.

- No entiendo la actitud de Santiago, actúa como si fuera un mostruo.

- Escucha, a Santiago le ha costado confiar en la gente, cuando se supo que su padre tenía una amante aún casado con la señora Lorenza, la ira en él creció, juró sacar adelante estas tierras para no defraudar a su madre y así lo hizo. Santiago puede ser un testarudo cuando se lo propone pero tampoco es un mal hombre - No hacía falta que Ignacia me explicará la forma de ser de Santiago, a pesar de tener un mal carácter, no podía ser un ser malvado. Su alma no era tan oscura para convertirlo en eso.

- Lo sé Ignacia, es sólo que no se deja hablar y explota como ya lo viste - Me encoji de hombros.

- Estoy segura que lo ha hecho por celos- me dedico una sonrisa.

- ¿Celos? - Levanté una ceja -. Si una gallina captaria más la atención de ese hombre que yo.

- Se de lo que hablo, ahora duerme que mañana será un mejor día.

- Buenas noches Ignacia - Me despedí de ella con un enorme abrazo. Ignacia salió de la habitación después de eso y yo me regrese a la cama para hundirme en las sábanas.

(...)

Un nuevo día comenzó.

La hacienda se veía iluminada por el amanecer. Estaba levantada desde muy temprano, así que lo primero que hice cuando estuve lista y cambiada fue irme directo a la caballeriza, No le dije nada a José, no tenía que estar advirtiendole a todo el mundo a donde iba, tampoco molestaria a Paola o Ignacia con el desayuno, podía sola.

Almas SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora