Parte III: BAJO INSTRUCCIÓN - CAPÍTULO 27

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CAPÍTULO 27

Calpar caminaba de un lado a otro en la pequeña habitación, pensando. Liam MacNeal en manos de Stefan. Lug y Cormac en Sansovino, seguramente ignorando el destino de Liam. ¿Y Dana y los demás? ¿Y Sabrina? Felisa lo sabía, pero Felisa iba a querer algo a cambio, algo que Calpar no estaba dispuesto a darle. Lo que ella quería no era ser bienvenida en el grupo de Lug, lo que ella quería era obtener suficiente información para hacer su propio juego, como ella lo llamaba, y ese juego era precisamente especular con varias posibilidades para tener siempre forma de cubrirse si algo salía mal. El precio de jugar con los poderosos era alto, y Felisa sabía danzar la canción correcta. El asunto era, ¿valdría la pena danzar con Felisa esta precisa canción?

—Ya deja de caminar de un lado al otro, es molesto —le dijo Felisa—, y no resuelve nada.

—Déjame en paz —le gruñó él.

—Myr —lo detuvo ella de un brazo—, mi ofrecimiento de lealtad es sincero y te lo probaré.

—¿Cómo? ¿Con la promesa de no decirle lo que sabes a Stefan? Eso no es suficiente —le espetó él.

—Lo sé, por eso te ofrezco algo más: te ofrezco contarte lo que pasó en Caer Dunair.

Calpar resopló disgustado sin contestar.

—Vamos, Myr, sé que eso es lo que realmente quieres saber. ¿No es por eso que estás tan ofuscado, haciendo surcos en el piso con tu nervioso ir y venir?

—Ya te dije que no hay trato, Felisa. No obtendrás nada de mí a cambio de esa información —le dijo él.

—Ese es exactamente el punto, no quiero nada a cambio, solo quiero demostrarte...

—Tu lealtad, sí, ya lo dijiste —la cortó él—. ¿Y qué pasa si tu relato no me convence de tu honestidad?

—Si es así, solo tienes que decírmelo y me iré sin molestarte más —prometió ella.

Calpar la miró con los ojos entrecerrados de desconfianza. Sabía que este ataque de altruismo de ella era fingido, pero su prioridad era saber dónde estaban Dana y los demás. Eso era lo único importante, cumplir con su parte en el plan.

—Bueno —dijo Calpar al fin—, si tanto quieres hablar, hazlo de una vez, porque hasta ahora, solo he escuchado promesas vacías de tu boca.

Felisa reprimió una protesta subida de tono y se sentó otra vez en la silla que Calpar le había ofrecido anteriormente. Se cruzó cómodamente de piernas, como si tuviera todo el tiempo del mundo, y comenzó:

—Había una mujer rubia que parecía estar a cargo del grupo, un hombre de mediana edad de cabello corto y negro, y Sabrina. Estaban en una habitación sin techo, mejor conservada que el resto de las ruinas. Un muchacho de la edad de Liam llegó corriendo y les avisó que habían atrapado a Liam. Hubo una discusión: el muchacho joven y Sabrina querían ir a rescatar a Liam, pero la mujer rubia se los prohibió. Como Sabrina no aceptó la orden de abandonar a Liam, la mujer rubia hizo que el hombre de mediana edad la sostuviera mientras ella la desmayaba con un pañuelo embebido en algún tipo de narcótico. El muchacho estaba furioso y amenazó a la mujer rubia con su espada, pero el hombre le disparó en el brazo con un arma extraña que produjo una fuerte explosión.

Calpar estaba cada vez más tenso ante el relato, pero trató de controlarse.

—La herida en el brazo no calmó al muchacho —continuó Felisa—, pero lo que la mujer rubia le dijo sí lo hizo. Creo que más que calmarlo, sus palabras lo quebraron por completo.

—¿Qué le dijo? —preguntó Calpar con ansiedad en la voz.

—Le dijo que había visto morir a Liam en todos los escenarios en los que intentaban rescatarlo. Le dijo que abandonar a Liam era la única forma de salvarle la vida no solo a él, sino a todos los miembros del grupo, y que solo así evitarían que Sabrina terminara esclavizada por uno de los Magos.

—¿Dana lo sabía? ¿Sabía que Liam caería en manos de Stefan? —preguntó Calpar, incrédulo.

—Sí —le confirmó Felisa—, y eso explica por qué Liam no sabía nada de los planes del grupo. La tal Dana debe haberlo mantenido en la ignorancia para que no pudiera traicionarlos aunque quisiera.

Tenía sentido. El propio Calpar conocía únicamente su función en el plan, y nada más. Ni siquiera tenía idea de lo que Cormac y Lug estaban haciendo en Sansovino. Cormac le había dicho que para cumplir con el plan, había que desconocer el plan. Pero parece que eso no era válido para todos los miembros del grupo: Dana había tenido acceso a las líneas de tiempo del plan.

—¿Qué pasó después? —preguntó Calpar.

—Oh, Myr, algo que nunca habría creído si me lo hubieran contado, algo tan inesperado que...

—¡Dilo de una vez! —le gritó él, dando un puñetazo en la mesa que sobresaltó a Felisa.

—La mujer rubia, la que llamas Dana, sacó un medallón de oro que llevaba colgado del cuello, lo abrió y extrajo una gema roja, una gema hexagonal exactamente igual a la que flota sobre la mano de Lug en la pintura de Bernard. Con ella, abrió un portal mágico en una de las paredes de la habitación. Los cuatro cruzaron al otro lado, desapareciendo de este mundo. Después de su paso, el portal se cerró. Estuve un buen rato revisando esa pared, Myr, pero no percibí más que roca sólida.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora