quince.

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15.| NO ME IMPORTA.

      Los sentimientos eran algo que a Azaelia nunca le habían gustado. Siempre estaban en el medio de las mayores decisiones de su vida, y siempre le ocasionaban problemas. De una forma u otra, sus emociones eran comparados a las de Elena. Aunque esa era toda su vida. Elena, Elena, Elena. Si no era comparada con Elena, era criticada por todo lo que hacía. Cada decisión que había tomado era un acto definitorio, y lo odiaba. Era por eso que tendía a apagar sus sentimientos. Detestaba los estándares constantes que eran arrojados a ella en su vida diaria.

      Ella se sentó frente a la ventana enorme en su sala de estar, mirando al horizonte de Nueva York, preguntándose qué iba a hacer con su vida. Habían tantas cosas que podría hacer. Podía abandonar el mundo en el que vivía y viajar por el mundo, descifrando quién era realmente. Pero eso sonaba como el cliché en el que toda chica se encontraría, yendo tras el atardecer en la distancia.

      Aunque ese nunca había sido el tipo de chica que era, y tampoco lo iba a ser.

      Sus brazos estaban doblados por sobre su pecho mientras observaba la vida de la ciudad comenzar a acelerarse, justo cuando el sol estaba comenzando a posarse. Sus oídos se sincronizaron al escuchar las alarmas de los autos mientras sus sentidos mejorados captaban cada cosa que la rodeaba. Cada sonido, cada esencia, todo lo que pudiera sentir. El vampirísmo era algo que ella nunca llegaría a entender por completo, sin importar cuánto tiempo tuviera la sangre de vampiro corriendo por sus venas.

      Un suspiro pesado dejó sus labios mientras ella miraba la ciudad, sintiendo la presencia de otra figura detrás de ella. La vampira miró por sobre su hombro, para encontrar a Stefan de pie. El Salvatore más joven observó a la gemela Gilbert frente a él, preguntándose qué estaba pasando por su mente. Habían tantas emociones que él podría creer que inundaban su cabeza, especialmente después de todo por lo que había pasado. No podía culparla por cómo se sentía. No podía.

      Stefan conocía lo que implicaba la fase después de un tiempo sin humanidad mejor que nadie. Claro, él había sido mucho más sangriento que ella, a pesar que ella casi había logrado igualarlo cuando él pasó su pequeño periodo con Caroline. Él entendió por qué Caroline apagaría su Humanidad después de haber perdido a su madre, pero aún estaba esa pregunta a la que no podía encontrar respuesta.

      — ¿Por qué lo hiciste?—, inquirió Stefan, y ella soltó otro suspiro. Sabía que iba a hacerle esa pregunta. Sabía que esa era la cuestión que quemaba la mente de todos.

      Y, por un segundo, ella no supo por qué había apagado su Humanidad. En parte, todo lo que quería era ser dejada sola por las personas que llamaba amigos, y no quería otra cosa que estar sola. Eso era lo que siempre había querido en su vida. Quería poder encontrar la línea en donde no tuviera ojos sobre ella todo el tiempo. Tenerlos observándola como un águila cada segundo del día, porque ellos tenían que ella fuera a romperse. Porque ellos asumían que ella era un frágil pajarito.

      Pero eso no era ella. No era quién era.

      —No lo sé—, fue todo lo que respondió mientras volvía a colocar su atención sobre las calles de Nueva York —. Honestamente, hay tantas razones por las que habría apagado todo. Pero, ahora que lo pienso, no sé qué fue lo que me llevó a hacerlo. Qué me hizo creer que era una buena idea. Tal vez fue una que les mencioné antes, pero ahora... solo no sé qué puedo hacer para cambiar.

      Stefan caminó hacia ella, cuidadosa de no hacer algo que fuera a causar que ella se fuera repentinamente. Y cuando él se paró a su lado, él posó su mano sobre su hombro, y por un segundo la sintió tensarse. Él la observó por un par de segundos, antes de hacerla mirarlo. Los dos se miraron el uno al otro, antes de que Stefan se agachara y presionara un beso sobre su frente. Azaelia se encontró cerrando sus ojos y, cuando él se separó, ella los volvió a abrir y lo miró nuevamente.

      — ¿Qué voy a hacer?—, susurró ella.

      —No lo sé—, replicó Stefan, acariciando su mejilla mientras recorría su mandíbula con su pulgar —. Pero lo descifraremos, lo prometo.

      —No quiero que te sientas como si tuvieras que limpiar mi desastre—, señaló Azaelia, y todo lo que él hizo fue sonreírle.

      —No me molesta—, mencionó Stefan —. Haz hecho tanto por mí, ahora déjame hacer eso por ti.

      Los dos se miraron el uno al otro por un par de segundos adicionales, antes de que mirarán por la ventana Nueva York. Azaelia no sabía qué diablos iba a pasar, ni dónde irían, pero esperaba que los demás no fueran a seguirlos.

Survival Instinct: stefan salvatore.Where stories live. Discover now