veintidos.

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22.| ENCONTRÁNDONOS A NOSOTROS MISMOS.

      Azaelia sabía que cuando se fuera, nunca podría volver a ver a las personas que amaba. Lo que la hacía creer que debía hacer lo necesario para asegurarse de que una persona supiera exactamente cómo se sentía. Podría haber sido obvio cuando los dos compartieron un beso apasionado mientras los dos estaban en Italia, pero ella debía estar segura de que él lo supiera. No importaba si él aclamaba que sabía que ella siempre lo amaría, debía decírselo.

      Mientras se dirigía a la residencia Salvatore, ella observó todo lo que recordaba de cuando vivía allí. Recordó todo lo que había pasado con su familia y amigos, y lo detestaba. Odiaba cada cosa terrible que había sucedido en Mystic Falls cuando solía ser el lugar más seguro para ellos en el planeta. Pero todo había sido un espejismo hasta que Katherine y Adeline Pierce volvieron al pueblo. Era todo debido a las gemelas que habían perdido todo lo importante de sus vidas, y aún, seguían teniendo tantas cosas por las que estar agradecida.

      La vampira recorrió los pasillos hasta encontrarse en la biblioteca. La mujer miró a Stefan, mientras él permanecía de pie frente al hogar, sosteniendo un vaso lleno de borbón. Ella presionó sus labios al mirar al hermano Salvatore menor. Habían tantas cosas que se habían dicho el uno al otro en esa misma biblioteca, y tantos recuerdos que compartían. Aunque ella sabía que aún habían cosas que debía decir, cosas que tenía que recordarle para que su relación pudiera florecer.

      —Stefan—, habló Azaelia, mirando al hermano menor. El vampiro miró por sobre su hombro mientras Azaelia permanecía detrás de él, rodeando sus hombros con sus brazos, abrazándolo por detrás. Sus ojos se posaron en el hogar por un momento, antes de que una pequeña sonrisa apareciera sobre sus labios —. Hemos estado frente a este hogar tantas veces antes, no sé cómo seguimos encontrándonos aquí.

      Stefan se giró para mirarla, y él bajó la cabeza para mirarla por unos segundos. La mujer le sonrió y torció su cabeza a un lado, moviendo su mano hasta alcanzar su mejilla y acariciarlo gentilmente. Lo observó, preguntándose en qué estaba pensando, pero sabía que probablemente era algo que él estaba pensando una y otra vez. Ambos se miraron el uno al otro, antes de que Stefan le diera una pequeña sonrisa.

      —Parece que hay muchas cosas que vuelven a su lugar—, replicó Stefan, y ella asintió. Él presionó sus labios, mirándola, antes de posar una mano sobre su mejilla, acariciándola con su pulgar. Ella podía sentir la calidez de su respiración contra su piel, y ella quería saber todo lo que pasaba por su mente —. Azaelia--

      —Debo decirte algo, Stefan. Y necesito que escuches todo lo que digo antes de que me respondas—, Azaelia lo interrumpió al alzar sus ojos para mirarlo. Tensó su mandíbula antes de suspirar —. Han habido tantas cosas que quería decirte, y nunca encontré el momento para hacerlo. Siempre has estado allí para mí, y sé que siempre intenté estar para ti, y cuando apagué mi Humanidad, también estuviste. Para traerme de vuelta del borde. Hay tantas formas de decirte lo que quiero decirte, pero no hay una manera apropiada para que junté las palabras--.

      Stefan la interrumpió al poner sus manos sobre su cintura y acercarla a él. Sus labios se encontraron y se fundieron en un beso, y antes de que supieran lo que estaba haciendo, los dedos de Azaelia tiraron del cuello de su camisa y la pasó por sobre su cabeza antes de arrojarla al suelo. Stefan hizo lo mismo con la remera de ella, y antes de que ella lo supiera, su espalda estaba presionada contra el sofá de la biblioteca. Stefan trepó sobre ella mientras la miraba, y ella se estiró para alcanzar, recorriendo su pecho con las puntas de sus dedos antes de tomar su pelo al volver a besarlo.

      Sus labios se movieron en sintonía mientras sus cuerpos se presionaban contra el del otro. Había pasado tanto desde que los dos habían estado juntos, y se sentía bien. Todo lo que habían hecho, se sentía como si fuera algo que deberían haber estado haciendo todo el tiempo que pasaron en Italia.

      El tiempo pasó, y los dos descansaban sobre el suelo de la biblioteca, envueltos en una sábana que había sido arrojada sobre el colchón. El cabello de Azaelia estaba despeinado mientras su rostro descansaba sobre su mano, sus ojos posados sobre Stefan mientras ella pasaba su mano sobre su pecho desnudo. Él la miró por un par de segundos, antes de acariciar su mejilla.

      —Te amo—, le habló, y ella sonrió mientras lo miraba.

      —También te amo—, contestó ella, antes de acercarse y unir sus labios a los de él una vez más.

      Y cuando los dos creyeron que habían logrado encontrar un momento de felicidad para ambos, surgió otra presencia en la habitación. Damon estaba parado en el marco de la puerta de la biblioteca, su silbido llenando el aire, lo que hizo a ambos girar sus cabezas a la puerta. Ninguno de ellos sabía qué diablos quería, pero a juzgar por la mirada en su rostro, podían asumir que algo iba mal.

      —De acuerdo, ahora que ustedes han acabado con su sexo de arreglo, tenemos un problema—, les explicó Damon, y antes de que alguno de ellos pudiera hacer algo, o decir algo, Damon ya estaba volviendo a hablar —. Vístanse, ahora.

Survival Instinct: stefan salvatore.Where stories live. Discover now