Capitulo XII

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Pateo fuertemente la pelota, pasándosela a mi compañero

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Pateo fuertemente la pelota, pasándosela a mi compañero. Paro de correr unos segundos y coloco mis manos en mi cintura.

Mi cabeza se corre para observar el panorama y mi mirada cae en Daniel. Me hace seña para que me acerque, suspiro.

Me acerco mientras le hago una seña al profesor, asiente aun con el silbato en la boca.

—¿Si? —me cruzo de brazos, sonríe

—¿Nunca te dije lo sexy que te ves jugando futbol?

Aquí vamos, la chispa para pedirme algo.

—¿Qué quieres, Dan? —se acerca

—Te extraño, nena. ¿Acaso tu no?, ¿ese hombre ya te atrapó? —junta sus cejas

—¿Puedes dejar de meterlo? —frunzo el ceño—. Y yo no te extraño. De hecho, estoy muy bien desde que ya no tengo que aguantar tus comentarios estúpidos.

Se acerca aun sonriendo. Tan arrogante que piensa que todo es un juego, y que nunca le diría eso en serio. ¿Cuándo se dará cuenta?

—No sonabas tan enojada cuando hacíamos otras cosas —coloca las manos en mi cintura, miro hacia otro lado y las aparto

—Dan —hablo suavemente—, me importas. Y quiero que seamos amigos, como te dije en el baile. Que por cierto, perdón por la humillación —suspiro—. No mentira. Te has portado muy mal con las chicas, no creas que no vi como le levantabas las polleras a las porristas.

Parpadea y levanta las cejas.

—Eso fue...

—El punto es —lo interrumpo—, que te merecías ese espectáculo. Y retomando, quiero que seamos amigos y dejemos de lado lo que sea intimo. Además, no puedo tener algo con alguien y arriesgarme de que se haga publico.

Bajo unos segundos la mirada, recordando al hombre en la cena de mi padre. Fue total y horriblemente asqueroso, y cuando fui al baño, todos los recuerdos se me acumularon.

Y cuando llegó Eros, parecía que solo faltaba que me saque en brazos. Me salvo de esa cena y mejoro mi noche, más con ese beso.

—¿Qué pasa si yo no quiero eso? —salgo de mis pensamientos y parpadeo—. Vi, yo quiero pasar tiempo contigo, quiero besarte, tocarte. Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes. ¿Acaso no te emociona tener un romance secreto?

Hace amago de colocar sus manos en mi mejilla, pero coloco las mías en sus muñecas.

—El problema no es este matrimonio arreglado, o el hecho de tener que escondernos. El problema es, que yo no quiero —hablo lentamente—. No quiero, Dan. Y si tu no puedes respetar eso, entonces me perderás.

Suelto sus muñecas y me alejo, mientras suspiro.

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El Rey y su DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora