Capitulo XXXIX

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Jalo su mano, adentrándolo a la habitación

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Jalo su mano, adentrándolo a la habitación. Cierro la puerta y me giro hacia el, lo rodeo mientras vuelvo a besarlo.

Coloca sus manos en mi cintura, me aprieto a el. Acaricio su mejilla y jadeo cuando desliza su lengua sobre la mía. Bajo mis manos, acariciando su pecho.

Comienzo a desabrochar su camisa, pero me detiene.

Frunzo el ceño, mientras me separo.

—¿Qué? —lo miro

—No —murmura, negando con la cabeza—, no ahora.

—¿A qué refieres? —miro hacia la habitación—. Eros, Jacob de seguro ya bendijo esta habitación —arqueo las cejas

—No —suspira, toma mis manos, sosteniéndolas—. La doctora recomendó no cansarte —frunzo el ceño

Lo miro unos segundos más.

Oh por Dios, ya no me desea.

—Ya no me ves como antes —retrocedo, frunce el ceño—, es eso.

—Violette. No digas eso, sabes que no es verdad.

—¿Crees que me creeré el cuento de no quiero cansarte?, dilo, ya no me deseas.

—Violette —se acerca—, créeme cuando te digo, no desee a nadie más desde que te conocí, y eso no cambió ni un poco —suspiro—. Y no me importa si no me crees, no te cansaré. Necesito que estés fuerte  —frunzo el ceño

—¿Qué significa eso? —parpadeo

—Estoy realizando llamadas todos los días, para contactar a un neurocirujano de Inglaterra, uno de los mejores. Eso es porque llego tarde, el hombre recibe demasiadas peticiones. Estoy trabajando para que tome la nuestra —entreabro la boca

—¿Por qué no sabia esto?

—Quería que fuera una sorpresa, cuando el me de el si —se detiene unos segundos— Porque lo hará —dice seguro

Quiero gritar por la forma en que lo dice, tan seguro, tan motivado. Pero también tengo miedo, no me permito pensar mucho en una operación. Ya que se que es muy riesgosa.

Esto es lo que me hace, parece que lo maligno se me adentró a la mente. No puedo evitar tener esta maldita inseguridad que se abarca a todos los sentidos.

Nunca me reconocí como alguien insegura, se siente horrible.

Suspiro, bajo mi mirada y tomo sus manos.

—Gracias —murmuro, sonríe levemente

Lo miro unos segundos más, aprieto mis labios.

—Tengo miedo —vuelvo a murmurar, suspira

—Lo se, pequeña —se acerca. Cierro los ojos y cuando besa mi frente—. Pero estoy aquí, y te dije que te protegería.

Escondo mi cabeza en su pecho, mientras lo rodeo. Acaricia mis brazos hasta llegar a mi espalda, acaricia mi cabello.

El Rey y su DuquesaWhere stories live. Discover now