Capitulo XLI

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Dejo las llaves en la mesa

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Dejo las llaves en la mesa. Suspiro y camino hacia las escaleras, mientras froto mi rostro.

Ultima vez que me quedo hasta tarde en la oficina, ya no será necesario. Mi ultimo esfuerzo valió la pena, la llamada llegó al doctor.

El lunes será la operación, el viernes fue su ultima radioterapia. Aunque siempre es recomendable hacer algunas después de la cirugía.

Me giro hacia la habitación. Me detengo en el umbral. Sonrío al verla en el espejo, observando su cuerpo en ropa interior.

—Oh, hola —me mira y sonríe—. Estaba aburrida y decidí probar algunas prendas que tenia olvidadas, ¿qué opinas de esta?

Da una vuelta, dejándome ver cada ángulo. Y inclinando levemente su trasero, suspiro.

¿Por qué me tortura de esta manera?, ya perdí la cuenta de cuantas veces me provocó.

—Realmente te sienta —me acerco

—¿Verdad que si? —bajo mi cabeza, observo lo bien que encajan a sus pechos, me incitan a que los toque—. Es encaje —levanta su dedo—, pero solo por aquí —delinea el sostén, suspiro y la miro

—Detente —sonrío—. ¿Sabes cuantos castigos estas acumulando? —sonríe levemente

—¿Crees que podrías descargarlos hoy? —se acerca, acariciando mi pecho. Enseguida siento algo tensarse, entre mis piernas

Observo sus ojos, claramente, cansados. Se lo que quiere, y yo también lo hago. Pero tengo la sensación, de que lo hace mayormente para demostrar algo. Tal vez que es fuerte.

Si tan solo supiera que eso no es necesario, ella representa fortaleza.

—Hoy debes dormir —borra su sonrisa—. Y mañana, reunir fortalezas. Y el lunes, prepararte.

Frunce el ceño, me alejo unos segundos y me acerco al armario. Tomo una de mis camisetas.

—Bien, sabes que, ahora no bromeare —me acerco de vuelta. Levanta sus brazos, aun frunciendo el ceño—. Le diré a Pablo que deje una alarma —le coloco la camiseta—. Cuando suene, lo haré con el.

Sonrío. Termino de colocársela, llevo mis manos a su cabello y lo acomodo, dejando ningún mechón adelante.

—Avísale también a su esposa, estoy seguro que querrá saberlo —arquea sus cejas

—¿Tiene esposa? —me inclino y rodeo su cintura, elevándola—. ¿Por qué no me dijiste?, tenemos que invitarlos a cenar.

Camino hacia la cama, aún sosteniéndola. Sonrío al notar lo rápido que se lo olvidó, ya tiene demasiado sueño.

Suspira cuando la dejo en la cama. Me alejo y me quito mis zapatos, para luego hacer lo mismo con el saco.

Me recuesto junto a ella y me coloco boca abajo, descansando mi cabeza en su pecho, cierro los ojos cuando acaricia mi cabello.

El Rey y su DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora