Capitulo XXXI

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—Me sorprende que vengas aquí, Jacob —me muevo por el living—

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—Me sorprende que vengas aquí, Jacob —me muevo por el living—. Estados Unidos nunca fue tu lugar favorito.

Tengo unos asuntos que atender aquí. Así que no te sorprendas con mi visita —suspiro

—En cuanto me avises.

Lo hare. Ahora, tengo que irme —corto la llamada

No me preocupa el, realmente. Me preocupa Evangeline, de seguro querrá estar con Violette. Y aunque ella no sea para nada inocente, Evangeline aun la corromperá.

Levanto mi cabeza al oír el ruido de la puerta, me acerco a ella.

—Oh, creí que estarías en la oficina —deja su bolso en el perchero

—De hecho, iré en un momento. ¿Como estuvo la reunión con el niñato? —coloco mis manos en mis bolsillos

—Estresante —suspira y se acerca—. Pero ya lo solucione —acaricia mis brazos, frunzo el ceño

—¿A qué te refieres?

—A que ya lo solucioné —sonríe, entrecierro los ojos

—Violette...

—Eres un chusma —frunce el ceño

Abro la boca para replicar pero jala mi corbata, inclinándome hacia ella.

Une mis labios con los suyos, rodeo su cintura y la acerco más a mi, mientras toma mis mejillas. Jadea cuando siente mis manos en su trasero, apretujándolo. Subo de vuelta mis manos a su cintura y la elevo, pero sin dejar que rodee la mía.

—Dime la verdad —susurro, luego de separarme

—Te la estoy diciendo. No tienes de que preocuparte.

—Quiero que me digas que te dijo. ¿Qué es que no quieres decirme?

—Si te lo digo querrás hacer algo al respecto, y no quiero que hagas algo, yo ya me estoy encargando.

—¿Tiene que ver conmigo? —mira hacia otro lado, sin contestar—. Violette.

—Si. Un poco —suspiro

—Entonces tengo derecho de saberlo —me mira sin contestar

Inclino mi cabeza y la miro con advertencia. Coloco un gesto rendido y hace una mueca.

—Bien... —el sonido del timbre la interrumpe, jadea y sonríe—. Debe ser Rachel. La invite.

Frunzo el ceño mientras se remueve, saliendo de mis brazos. Suspiro y camina hacia la puerta, la abre. Veo a la rubia con la que siempre esta.

—Compre el...

—¿¡El helado!?, ¡que bien! —abre más la puerta y jala su brazo, la rubia me mira y abre sus ojos de par en par

El Rey y su DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora