Capitulo XXIX

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Apoyo el pequeño vaso en la barra y hago una mueca, sacudo la cabeza y miro a Eros

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Apoyo el pequeño vaso en la barra y hago una mueca, sacudo la cabeza y miro a Eros. Rio al ver su sonrisa boba, llevo mi mano a su rostro.

—¡Quiero volver a bailar! —grito, oyendo mi voz mas lenta

—No —niega con su dedo, hago un puchero—. Me canse de bailar. Quiero bailar de otra manera —se inclina y acaricia su nariz a mi mejilla, hasta besar mi cuello. Sonrío mientras muerdo mi labio

—Que picaron eres —me alejo—. Pero estas mas ebrio que...

Inclina sus labios a los míos, interrumpiéndome. Acaricia mi mejilla, suspiro mientras le correspondo. Me vuelvo a alejar.

No pensé en esto cuando lo vi tomarse esos chupitos, ni cuando yo los tome. Demonios, no quiero encenderme aquí, tengo que bailar.

—¡A bailar, dije! —retrocedo y me acerco al montón de gente, me mira fijamente mientras me muevo

Por dios, quien diría que lo único que le haría el alcohol seria querer comerme como un pedazo de carne. Y ahora que lo veo, creo que también me causa eso.

—Hermoso trasero, mamma —siento un apretón en mi trasero, giro mi cabeza hacia atrás y la levanto

—¿Qué acabas de hacer, imbécil? —frunzo el ceño, mientras me giro hacia el, esta vez con ganas de lanzar unos cuantos golpes

Típico asqueroso que cree que tiene cualquier derecho de tocar a una mujer, solo porque es un club.

Observo su maldita cara arrogante unos segundos, hasta que un puño choca con ella. Entreabro la boca y luego sonrío.

¿Esa fui yo?

Lo observo caer al suelo, mientras los que estaban alrededor retroceden. Levanto mis cejas y luego corro mi cabeza.

Oh, fue Eros.

Lo mira enojado y se tambalea un poco, envuelve mi mano.

—Nos vamos —empieza a jalarme, miro al hombre en el suelo mientras empezamos a caminar

Reacciono al sentir el frio del exterior, lo miro.

—No. ¡Quería bailar! —frunce el ceño y se detiene, me mira

—¡Ese imbécil te toco el trasero!, ¿¡quién sabe quien mas lo hará!? —parpadeo cuando grita, inclinándose hacia a mi

Frunzo lentamente el ceño. El nunca me grita, ¿porqué me grita?

—No me grites —lo empujo alejándome de el, empiezo a caminar mientras se tambalea

Diviso el auto a lo lejos, mientras siento las lagrimas asomarse. Por un demonio, el alcohol me coloca como una llorona.

Llego al auto y me subo a los asientos traseros, cierro la puerta mientras siento mi cara transformarse. Oh Dios, no puedo controlar mis lagrimas.

El Rey y su DuquesaWhere stories live. Discover now