Capitulo XXIV

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Sigo apoyado sobre el umbral, mientras la veo socializar

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Sigo apoyado sobre el umbral, mientras la veo socializar. Como si hace una hora no hubiera estado a punto de derrumbarse.

Sonrío levemente.

Es la primera vez que tengo control sobre ella, en algún modo. Se siente bien ver como se estremece, como trata de callar sus gemidos, y como me miró, con suplica en sus ojos.

Un castigo diferente, por todo lo que me provocó, y por esa ridícula semana de obedecerla.

Se dará cuenta quien tiene el control, después de todo.

Tomo mi teléfono y abro la aplicación, ese pequeño aparato es exactamente para esto, hacer temblar a tu pareja desde lejos. Y ella no lo sospechó ni un poco.

La miro al mismo tiempo que aprieto la pantalla. Sus piernas enseguida retroceden, mientras aprieta sus labios. Sonríe unos segundos hacia ellos y luego empieza a caminar, vuelvo a apretar la pantalla y se apoya en una mesa.

Muerdo mi mejilla, podría hacerla venir tan bien, pero seguirá con su orgullo hasta el final. Quiero cambiar eso.

Su cabeza se gira, buscándome. Encuentra su mirada en la mía y la mantiene fijamente, con una mezcla de enojo y excitación. Suspiro, nadie creería que alguien tan discreta y con postura, estaría a punto de tener un orgasmo en frente de todos.

Camina rápidamente hacia la puerta principal, empiezo a seguirla.

—Eros —me detengo cuando el señor Fox se cruza frente mío. La observo salir por la puerta, suspiro y lo miro

—Ahora no —lo miro unos segundos y luego paso por su lado

—Luego hablaremos del contrato, ¿verdad? —lo ignoro y sigo caminando

Salgo por la puerta principal, mientras la veo caminar hacia el auto. Cuando pasa junto a una pareja vuelvo a tocar la pantalla. Hace amago de sentarse pero se mantiene firme, mientras recibe una mirada de ellos.

Llega al auto y abre la puerta trasera, camino más rápido cuando la cierra. Llego, pero los vidrios polarizados no me dejan verla.

Giro mi cabeza hacia mis hombres, a unos metros del auto. Les hago seña con la cabeza, indicándoles que se vayan. Empiezan a caminar y vuelvo a mirar la ventana.

Tomo el pomo de la puerta y la jalo, suspiro al notar que esta cerrada.

—¿Vas a esconderte ahí?

Miro el teléfono y toco la pantalla, esta vez puedo escuchar su gemido. Aprieto mi mandíbula mientras cierro los ojos, imaginándome su boca en mi oreja, mientras lo repite.

Ahora yo también estoy perdiendo el control.

—Tal vez —escucho su voz agitada—, puedo arreglarlo yo misma —me quedo en silencio, mientras mi mente se desvía a la imaginación de verla a ella, tocándose a si misma

El Rey y su DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora