Capítulo 5

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KONGPOB

Sus hermanas estaban de nuevo en Bangkok después de semanas. Y Kongpob no podía librarse un sólo instante de sus pensamientos para convivir con ellas y darles el recibimiento amoroso que se merecían. Ni siquiera porque había invitado a toda su familia a su departamento. 

O casi a todos ellos. 

Kongpob terminó la llamada antes de que esta tuviera la oportunidad de entrar a la contestadora automática, eso sólo para volver a oprimir la opción de llamar y repetir ese mismo proceso una y otra vez. No valía la pena esperar y escuchar la misma voz pregrabada cuando el resultado continuaba siendo el mismo. Arthit nunca atendía ninguna de sus llamadas.

Y, aun así, la boba esperanza de que un día lo hiciera, persistía a pesar de todos sus rechazos.

Kongpob esperó una vez más, hasta que el sonido intermitente de la contestadora apunto de hablar le hizo colgar. Fue entonces cuando un suspiro agotado proveniente de su garganta se hizo escuchar en la oscuridad de su habitación.

Sus ojos observaron la pantalla iluminada, con el nombre de su hermano mayor en ella hasta que la luz se extinguió y la penumbra lo consumió completamente.

Kongpob se mordió el labio inferior, apretando los puños mientras mantenía a raya sus sentimientos de frustración. Pero por más que trató de contener las lágrimas, sus ojos lo traicionaron. Cuando la primera gota mojó su mejilla izquierda, las demás cayeron como una tormenta sobre su piel.

¿Por qué era todo tan complicado? ¿Realmente lo que sentía su corazón estaba tan mal? Y si era así, ¿por qué Kongpob no podía darse por vencido? ¿Por qué deseaba seguir insistiendo, creyendo que si persistía lograría que Arthit aceptara vivir con sus sentimientos?

—¿Hijo? —. La voz que preguntó trajo consigo un reflector de luz proveniente del pasillo exterior, y tan pronto como su madre encontró el interruptor, la luz fue suficientemente fuerte como para cegar sus ojos. —¿Kongpob, por qué estás en una habitación a oscuras?

Kongpob abrió los ojos con cuidado, limpiando las lágrimas escurridas en sus mejillas con los puños. Aunque quizá no lo suficientemente cuidadoso como para esconderlas de su madre quien en pocos pasos ya estaba sentada a su lado, sobre la cama, con ojos curiosos inspeccionándolo por todas partes.

Kongpob apartó la cara con cierta molestia. No tenía energías para dar explicaciones innecesarias. aunque logró sostener la mano de su madre antes de que le tocara el rostro, Fah ya se había dado cuenta de su estado deplorable.

—¿Qué pasa? ¿Está todo bien en la universidad? —la voz de su madre indicaba que ella sabia algo al respecto, que la pregunta no sólo era para romper el silencio. Y no fue una sorpresa. Kongpob estaba consciente de que faltar a la universidad por una semana completa llegaría a oídos de su padre y, por consiguiente, de su madre también.

—De maravilla —mintió sin preocuparle el gesto molesto en el rostro de Fah. Incluso esperó que la siguiente vez que su madre hablara fuera para soltar un sinfín de sermones largos y aburridos que no quería escuchar.

Pero no fue así.

—¿Por qué lloras? ¿Ingeniería es muy difícil? Si es eso lo que te preocupa, hijo, aun estas a tiempo para transferirte a economía el siguiente semestre.

Kongpob no dejó de ver la alfombra a sus pies. Dejó que la palma de la mano de su madre huyera de su agarre y que comenzara a sobar su cabeza. Y aunque deseaba estar solo, la caricia fue bien recibida.

—Soy tu madre, anda, cuéntame —animó Fah después de varios minutos en silencio —, no te preocupes por los regaños de tu padre. Él sólo quiere lo mejor para ti.

Podría ser para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora