Capítulo 19

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KONGPOB

Sin darse cuenta, casi de un momento a otro, Kongpob estaba siguiendo cada uno de los pasos de Arthit. Usando sus zapatos viejos, y comprendiendo cada vez mejor las constantes quejas pasadas de su hermano.

Pero no todo era desafortunado, por supuesto. Porque, aunque muchas de sus decisiones lo llevaron a un camino sin salida, siempre encontraba la forma de volver a tener ante sus ojos su objetivo. Y salir de todos aquellos líos en los que su apellido lo había metido, era lo más gratificante.  

Y ahí estaba de nuevo, tropezando con otra piedra en su camino. De tamaño similar a las tantas que le hicieron pasar un mal rato en el transcurso de los últimos meses. Los más difíciles de su vida desde que parte de su corazón y alma se marchitaron.

Pero, aunque la mayoría del tiempo se sentía incompleto, con el paso de los días llegó a la inevitable conclusión de que no podía pasarse toda su vida decaído, culpándose a si mismo por el vació constante en su pecho, y arrepintiéndose por lo que pudo ser y no lo fue gracias a sus muchos errores. Porque todo aquello estaba en el pasado. 

Un pasado que no podría reescribirse por más arrepentido que su corazón se sintiera. Así que Kongpob tomó como motivación para seguir adelante una de las grandes lecciones que le dio la despedida de Arthit en el aeropuerto. 

Debía continuar viviendo. Así se sintiera o no completo.

Justo como Arthit había hecho. 

Por ello, Kongpob entró al despacho de un nombre a quien había conocido vagamente fuera de la universidad, y quien se encargó de atormentar terriblemente sus días estudiantiles.

El rostro de su profesor menos favorito —por no decir su aprecio hacia ese hombre hacía que Kongpob se cuestionara a diario por qué alguien como él no había sido aun despedido —, observándolo con la nariz fruncida, y ojos juzgones.

—Le he dicho que usted y su equipo están reprobados en mi materia, señor Rojnapat, así que ¿quiere decirme que hace nuevamente en mi oficina? —cuestionó el odioso profesor de Gestión y Calidad. Una materia de mierda, si se excluía al laboratorio practico, por supuesto.

—Pedirle una vez más, profesor, que reconsidere darnos una oportunidad —insistió Kongpob con su ensayo final de cincuenta hojas sobre el escritorio del profesor más odiado por su curso.

—Y una vez más, Kongpob —imitó el hombre frente a él su tono, sin perder, como siempre, su actitud altiva y molesta.

Si esa fuera una situación justa, en donde esa materia no le impidiera entregar la papelería para asegurar su plaza como interno en la empresa de su padre, sin perder el semestre, y que la nota no estuviese perdida sólo porque Kongpob llegó cinco minutos tarde a su clase, impidiéndole entregar el primer avance, él simplemente lo aceptaría.

Pero su plaza, y meta de terminar la universidad en cuatro años dependía de ese hombre amargado frente a él.

Kongpob ya lo conocía. Lo había visto en su versión más joven un par de veces, y otras cuantas más cuando ya no era más un adolescente que solía ser uno de los amigos más cercanos de su hermano.

El desgraciado P'Prem que pasó a ser el profesor Jubpon al que fácilmente podría vaciar el café ardiente en su escritorio sobre su cabeza, y disfrutar el resultado.

Cinco minutos se convirtieron en diez, y nada pasó. El hombre se mantuvo firme, negándose a recibirlo, e incluso ignorándolo mientras Kongpob mantenía la mano con el montón de hojas aun en el aire.

Kongpob podía soportar humillaciones, y tratos injustos sin perder la calma, pero eso ya era rebajarse demasiado. Así que apretó la mandíbula, dio media vuelta, y con la frente en alto, al igual que la espalda recta, se dirigió hacia la salida. Permitiéndose maldecir cuando la puerta se cerró a su espalda.

Podría ser para siempreWhere stories live. Discover now