Capítulo 14

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KONGPOB

Fah subió las escaleras en silencio, haciendo escuchar sus tacones altos por la superficie de porcelana. Deteniéndose apenas un poco antes de dar vuelta en la habitación del fondo, su despacho.

Si bien la oficina en casa de su padre estaba en la parte baja de la casa. Fah se había adueñado de una de las habitaciones superiores, lleno de algunos de los cuadros pintados por Hume, y siendo en mayor parte, su guardarropa.

Ella dejó la puerta abierta a su espalda, yendo directamente hacia una estantería en el fondo. Su pequeña biblioteca. Mientras que Kongpob se quedó al margen en el umbral de la puerta, con apenas un pie dentro, y la mayoría del cuerpo aun recio a entrar.

—¿No entraras? —Fah preguntó aun dándole la espalda.

Kongpob vio a su madre revolotear un par de papeles dentro de un cajón, antes de volver a cerrarlo bajo llave, y, por primera vez en días, ella lo miró a los ojos. Una de sus cejas se elevó esperando aun respuesta a su pregunta continua en el aire.

A decir verdad, Nana tenía razón, todos la tenían cuando decían que él y su madre eran demasiado parecidos, tanto para no haber heredado casi ningún rasgo de su presunto padre. Del que Kongpob comenzaba a poner en duda sus sospechas de que no lo fuera.

Fah maneó el papel en sus manos, sus dedos bien adornados con anillos vistosos, y sus uñas perfectamente arregladas. Su madre era hermosa, Kongpob nunca dudaba en decírselo, porque sabía que a ella le hacían felices los halagos, pero en ese momento, su belleza era tan dura y frívola que incluso a él, le pareció demasiado fingida.

¿Estaba haciéndose la fuerte? Fue la pregunta que nació en la cabeza de Kongpob mientras evaluaba a su madre.

El silencio se extendió hasta que Fah frunció sus labios y chasqueó los dientes, huyendo momentáneamente del contacto visual. Centró su atención en el papel en sus manos, desdoblándolo con cuidado antes de evaluarlo con cierta molestia antes de ofrecérselo.

—¿Quieres verlo por ti mismo?

Por supuesto, a esa distancia, le fue imposible adivinar que era aquello que su madre le ofrecía. Su expresión tampoco decía mucho.

—¿Qué es?

Fah bufó, haciendo un ademan con la mano para que Kongpob se apresurara a tomarlo. Kongpob suspiró rendido en obedecer, porque, si fuera por su madre, si uno de los dos no cedía primero, podrían continuar en ese tipo de guerra fría y silenciosa toda la tarde.

Kongpob tomó el papel mientras que su madre se cruzaba de brazos, con sus ojos evaluadores sobre su hijo.

—¿Qué es esto? —preguntó Kongpob después de una simple ojeada. Una pregunta retórica a algo que era más que evidente.

Fah bajó la vista hacia el papel, dejando caer parte de su dura máscara irritada. Sus ojos perdiendo aquella dureza, tornándose un poco rojizos, como si hubiese puesto todo de ella en no echarse a llorar.

Entonces su madre se encogió de hombros antes de apretar los labios en una línea fina.

—Mi último recurso para recuperar tu confianza —dijo con notable tristeza a lo que Kongpob levantó la mirada de la hoja frente a él.

El aire comenzó a ser pesado para sus pulmones, además de que sus pies necesitaban con urgencia un lugar donde poder dejarse caer. El papel era visiblemente viejo, tenía sus datos específicos, y los de su padre, también un resultado positivo.

No tenía por qué sorprenderse del todo. Pero incluso aunque pasó toda la noche con la conversación que acababa de tener con Arthit en mente, dando vueltas una y otra vez en su cabeza, ver las pruebas físicas se sentía como un golpe de realidad demasiado duro para soportar.

Podría ser para siempreWhere stories live. Discover now