Capítulo 17

777 151 14
                                    

ARTHIT

Su chino era bruto, Nam solía decírselo las primeras semanas que pisaron la ciudad. Llegando al grado de estampar un par de libros prácticos, con frases comunes y ejercicios de pronunciación en su escritorio.

Ella se había hecho con la tarea de ser su guía turístico los primeros meses, ocupando sus pocos días libres en caminatas por la ciudad, visitando la mayoría de las cafeterías y centros comerciales. Arthit estaba al tanto de la cantidad de trabajo que ambos tenían, por supuesto, por lo que le fue difícil darse cuenta de la verdadera razón por la que su mejor amiga insistía tanto en no dejarlo estar ni un minuto sólo con su mente, y corazón demasiado dañados.

Quería protegerlo y evitar que se deprimiera.

Arthit estaba un poco avergonzado de que Nam hubiese presenciado toda aquella lamentable escena en el aeropuerto, más aún porque tuvo que soportar su mirada preocupada por todo el camino. Casi a punto de ofrecerse a viajar ella sola. Aunque esa decisión no estaba en manos de Namtarn después de todo. Aun así, Arthit estaba agradecido con ella. La única persona que se había mantenido constante en su vida sin traicionarlo.

Arthit miró los libros puestos en pila sobre su escritorio, negando con sutil diversión que Nam siguiese insistiendo en mejorar su chino, cuando lo había estado practicando desde su último año en la universidad.

Eran cinco libros. Dos novelas rosas, una revista de chismes, y dos libros prácticos para niños. Arthit miró la pila tomando el primero, el cual descartó al instante. Tenía cientos de documentos que leer, como para perder el tiempo en una novela romántica. Lo único mínimamente interesante era la revista, la cual, sin pensarlo demasiado tomó del pequeño montón antes de recostarse en su silla para comenzar a leer.

La mañana tenía un aspecto tranquilo, a diferencia de aquella lluviosa y fría, ocho meses atrás, cuando llegó hecho un desastre al que, en ese momento, ya era su hogar. Su padre había insistido en un apartamento a una calle de la empresa, pero Arthit insistió en uno más alejado de la zona urbana. Al final, terminó viviendo seis meses en la opción de su padre, hasta que su agenda dejó de ser tan ajustada que pudo permitirse conducir casi una hora de camino por la mañana y mudarse a la que había sido su elección principal.

La revista era más basura sensacionalista. De aquella llena de la prensa amarilla, y de las que disfrutaba principalmente ojear con Nam, quien le explicaba a Arthit la mayoría de los chismes calientes de sus socios o figuras famosas. Una revista sólo para pasar el tiempo, y reducir el estrés de la mañana.

Pero, aunque Arthit trataba día a día de convencerse de lo contrario. Había otra razón detrás de su siempre fiel elección sobre la revista de chismes que Nam ponía sobre su escritorio cada semana. La misma que le provocaba cierto nerviosismo y que por ello siempre abría la revista por la mitad antes de comenzar a leer. Y la razón seguía guardada bajo llave en el fondo de su cajón, sepultada bajo cientos de papeles, y pesadas carpetas.

Y, a pesar de que Arthit por evocación solía mirar con curiosidad hacia el cajón de su escritorio cada vez que recordaba la carta de Kongpob, seguía sin reunir el valor necesario para leerla.

Podría estar colmada de mentiras que harían a su corazón doblegarse.

O, tal vez, la disculpa que tanto había necesitado.

Arthit no tenía forma de saberlo, y menos aún, si se negaba a abrir el sobre.

Namtarn tampoco dijo nada al respecto, aunque Arthit tenía fuertes sospechas sobre que había sido ella quien eligió un lugar tan inusual para asegurarse de que, inevitablemente, la carta cayera en sus manos.

Podría ser para siempreWhere stories live. Discover now