Capítulo 11

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ARTHIT

—Iré —afirmó Arthit mientras ordenaba un par de hojas sueltas por su escritorio.

—¿Hablas en serio? ¿Así de fácil lo decidirás? Sin miles de quejas de por medio. O noches en vela obligándome a permanecer despierta mientras te ayudo a pensar en otras alternativas.

Namtarn quiso lucir tranquila, inclusive, juguetona mientras se recargaba en el escritorio de Arthit. Pero, aunque no le importaba en realidad si ella tenía que acompañarlo, y mudarse con él a Shanghái, Namtarn era más que sólo su asistente personal. Ella prefería creer que si estaba con Arthit era por su amistad, no por trabajo.

Por ello no pudo evitar preocuparse un poco cuando Arthit le comunicó su opinión respecto a la ya no tan descabellada idea del padre de Arthit. La cual, para desagrado de ambos, era la mejor opción.

Y eso Arthit también lo sabía.

Pero, aunque era cierto que se había endurecido con los años, y que prefería mayormente ignorar a su corazón — sólo porque este tomaba pésimas decisiones —, Arthit no aceptaba irse a China sólo por un buen negocio. La realidad era más amarga que su simple egoísmo.

Y como la mayor parte de sus preocupaciones, esa decisión también incluía a Kongpob.

Arthit esperaba que su hermano menor tuviese la misma renuencia a estar cerca de él que Arthit tuvo cuando se dio cuenta del misterio que rodeaba a Kongpob, y de la imposible posibilidad de que fuera su primer amor del pasado.

Pero no.

Kongpob era terco. Y egoísta. No hacía más que pensar en lo que quería, sin importarle a quienes hiciera infelices.

La pantalla de su teléfono se iluminó sobre el escritorio. Arthit sólo tuvo que echar una ojeada sobre su hombro para alcanzar a leer el mensaje en esta antes de que volviera a apagarse.

"Me han llamado de la clínica esta mañana para decirme que ya estaban los resultados, P'Arthit. Se que estas muy ocupado, así que me he adelantado, y he ido yo por ellos. 

No los he abierto... 

¿estas libre hoy por la tarde?"

Arthit desbloqueó su celular tan rápido como pudo, releyendo el mensaje de Kongpob una y otra vez sin terminar de creerlo. Sus cejas se fruncieron al igual que sus labios cuando su pecho comenzó a latir con ferocidad.

¿Tan pronto?

—¿Esta todo bien? —preguntó Namtarn por encima. Se había acercado en silencio hacia un costado de Arthit. Sus ojos inevitablemente llamados por la curiosidad hacia la conversación abierta de Arthit con su hermano. Ella intercaló su mirada un par de veces entre los mensajes de Kongpob, y la reacción sorprendida —casi aterrada —de su jefe. Unos segundos después, Nam se deslizó fuera de su espacio personal, camino a la puerta, con un fajo de papeles en sus manos. —Me haré cargo de los pendientes de hoy, y de tu pedido. Así que creo que, por hoy, estas libre.

Arthit volvió a la realidad gracias al sonido de la puerta corrediza de su oficina. Sus dedos temblorosos teclearon una vaga afirmación que rápidamente fue bombardeada por más mensajes de Kongpob.

Dejó su teléfono con la pantalla pegada al escritorio para evitar leer los mensajes entrantes, puso los codos sobre el escritorio y se sobó las sienes.

Arthit esperaba tener más tiempo antes de la despedida. Antes de que Kongpob viera con sus propios ojos la verdad, y al fin, se diera por vencido. Porque ese había sido el propósito de Arthit desde un inicio, desde que Kongpob propuso hacerse una prueba de parentesco.

Porque, si Kongpob no iba a creer en su palabra ni en la de sus padres, quizá lo haría si la verdad estuviera frente a él impresa en un papel. Y que, con ello, ambos pudieran volver a sobrellevar sus vidas como siempre lo habían hecho. Estando separados.

~~

KONGPOB

Kongpob había experimentado antes esa sensación atemorizante en su pecho. Una que poco a poco comenzaba a ahogarlo, acelerando su corazón junto con un dolor creciente en la base del estomago.

Un dolor usual.

Uno que tenia un sólo nombre: La culpa.

Un sentimiento ya conocido para él.

La voz de la mujer de la recepción esa mañana seguía en su mente. Específicamente las palabras que le hicieron tomar un taxi hacia aquella clínica a kilómetros de su vida diaria. Guiado por su inseguridad e impulsado por el temor a perder a quien más amaba en su vida.

Kongpob siempre se dijo que no quería ser un ancla para Arthit. En ningún aspecto. Pero también estaba lo suficientemente consciente de lo terco y cerrado que solía ser en sus sentimientos, como para que aceptara que lo amaba.

Así que abordó el primer taxi que se detuvo, vestido con su uniforme recién lavado, y con sus labios destrozados por tanto morderlos.

Los nervios estaban consumiéndolo como un maldito parásito dentro de su cabeza.

Una idea tonta fue tomando fuerza durante su viaje hasta que esta se convirtió en su real objetivo.

Primeramente, Kongpob no tenía idea del por qué se había embarcado por puro impulso en un viaje de dos horas que terminaría con el poco dinero que tenia de reserva, pero su mente no tardó en formular uno.

Uno que se iría abajo si la simpática, y visiblemente corrupta recepcionista resultaba no estar de turno.

Pero dado que en ese momento ya se encontraba en su habitación, con mil bahts menos en su billetera, y con nula estabilidad en el temblor de sus manos, era de esperar suponer que todo salió bien.

Kongpob miró a su costado, hacia el pequeño papel doblado sobre su colchón. Vio con detenimiento el logo de la clínica, las especificaciones del examen de laboratorio, y el resultado en mayúsculas remarcadas.

Un "NEGATIVO" que, en lugar de hacer feliz a su corazón, lo llenaba de más agonía.

Kongpob cerró los ojos con fuerza, soltó todo el aire en sus pulmones y volvió a respirar hasta llenar sus pulmones. Repitió ese ejercicio de relajación hasta que su corazón se tranquilizó y dejó de palpitar con tanta fuerza que el pecho le dolía.

Sería una pequeña mentira.

Una que no tendría importancia una vez que los verdaderos resultados estuvieran listos en cuatro días.

Pero, aunque Kongpob estaba seguro de que era su única opción para impedir que Arthit se fuera, no dejaba de sentir una culpa terrible.

Era una mala idea. Arthit lo odiaría en cuanto se enterase.

Y aun así, pese que había mucho que perder, Kongpob deseó con todo su corazón que, cuando Arthit viera los resultados originales cuatro días después, con un gran negativo impreso en el papel, él entendiera porque fue que lo hizo.  

~~

¿Qué les ha parecido?

¡Recuerden que vivo de teorías! 

¡Nos leemos pronto!

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