Capítulo 10

740 144 18
                                    

KONGPOB

Kongpob pasó la yema de su dedo índice sobre sus labios, reviviendo aquel fugaz beso en su mente. La sensación áspera los de Arthit chocando con los suyos casi se había extinguido.

Y aunque tenía un buen recuerdo de su más reciente despedida con su malhumorado hermano mayor, la sensación nerviosa en su cuerpo no lo dejaba sentirse del todo tranquilo. Menos aun cuando su mente no paraba de repetir esa extraña tarde. La cual, en realidad, no había hecho mucha diferencia.

Como era de esperarse, Arthit pasó antes a dejarlo en su edificio, asegurándose de no tener a su entrometido hermano queriendo hacerla de héroe y ayudar en asuntos superiores a la experiencia de Kongpob en el campo laboral.

Kongpob se miró en el espejo frente a él, acomodó su camisa roja de ingeniería, y sus ojos observaron con anhelo el collar sobre su cuello.

—¡Tío, la comida esta lista! —, los ojos de Kongpob viajaron hacia el reflejo de su sobrina Haim asomada en la puerta, y sus labios instantáneamente sonrieron.

Arthit tuvo razón. Su padre estaba ausente, y su castigo, al parecer, fue dejado de lado.

No había querido tocar el dinero disponible en su tarjeta de crédito, por lo que aún no descubría si estaba o no declinada, pero nadie lo había echado de su habitación. Su padre, tal y como dijo Arthit, era extremista, así que Kongpob se esperó el golpe más doloroso.

Este no llegó.

Pero, aunque su padre no era un problema con el cual lidiar de momento, Kongpob sabía que seguía teniendo asuntos pendientes con su madre.

Se tentó en ir a visitarla varias veces, desistiendo en último momento cuando la pregunta llegaba a su mente: ¿Qué le diría a su madre?

Era evidente que ella esperaría una disculpa de su parte. Una que Kongpob podría darle con sinceridad si solo se tratase de la ofensa que había cometido. Pero no exactamente por su acusación. Y eso no era justo para ninguna de las dos partes. Si Kongpob iba a verla, volverían a discutir, lo sabía bien.

Haim corrió hacia él en un tormento sonriente de dos coletas altas. Su hermana Nana había sido la única en llamarlo después de la cena. Estaba tan preocupada por Kongpob que llegó con maletas y su hija en brazos a la puerta de su apartamento con la promesa en mente de que no dejaría que lo echaran de ahí sin antes pasar sobre ella.

—¡Tío! —chilló con dulzura su sobrina al tiempo en que comenzó a tirar de su uniforme, sin quedarle más remedio que agacharse y levantar en brazos a Haim. Ella, por supuesto, no dejó de reír hasta que ambos estuvieron en el comedor.

~~

Nana terminó de servir en el último plato la porción correspondiente a su hija, dejando los primeros dos con más verduras, y a ella, consintiéndola con pollo dulce.

—¡Huele delicioso! —exclamó Haim desde los brazos de Kongpob.

Nana echó a la basura las cajas en donde originalmente había llegado la comida china justo antes de quitarse el mandil, y sonreír satisfecha.

Kongpob no pudo aguantar la risa.

—Cualquiera diría que estas feliz por el resultado.

—¡Lo estoy! —acordó Nana —, ve lo bien que me han quedado las porciones. Servir una mesa no es simple.

Ese era uno de los puntos en comunes que Kongpob tenía con Nana, ambos eran un desastre en la cocina, a diferencia de Arthit.

Kongpob no tuvo que fingir para reír. Se sentía bien no estar sólo y tener con quien compartir el almuerzo otra vez. Así que dejó ir a su sobrina inquieta, que ya estaba revoloteando para ser liberada de sus brazos, y la siguió hasta la mesa, escogiendo el lugar junto a ella y frente a su hermana.

Podría ser para siempreWhere stories live. Discover now