Capítulo 16

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KONGPOB

Kongpob no podría asegurar estar sorprendido de escuchar esa respuesta, porque, en realidad, había estado temiendo de esta por mucho, mucho tiempo atrás.

Pero por más que una parte de él se esforzó en pensar en alguna forma de hacer cambiar a Arthit de parecer, su boca traicionera se mantuvo cerrada, dándose cuenta de que, si seguía a su primer impulso, volvería a querer imponer sus deseos sobre los de Arthit.

Y aquello, no era justo. Menos aún, si sus deseos sólo hacían infeliz a la persona que tanto amaba.

Así que, en lugar de hablar, Kongpob aflojó su agarre, liberando a Arthit no solamente de sus brazos, también de él.

Dando un paso atrás, aun sin estar totalmente dispuesto a dejarlo ir, pero por primera vez, consciente de que, quizá, aquello era lo mejor para los dos.

Así como una vez, una extraña coincidencia los unió. Primero como hermanos, después como algo más, Kongpob no podía disminuir su culpa y no reconocer que sus mentiras habían sido, en ambas ocasiones, las que terminaron alejando a Arthit de él.

Si tan sólo no fuesen hermanos, podrían amarse.

Si tan sólo no hubiese mentido en el pasado, podrían haber estado juntos todas sus vidas como hermanos.

Y si, tan sólo no hubiese tenido tanto miedo de perderlo, quizá, podrían haber encontrado alguna forma de seguir siendo lo que eran antes.

Pero, esa era la realidad, y Kongpob tenía que aceptarla. Aceptar que el amor de su vida se alejaba a pasos rápidos de él, desapareciendo poco a poco de su campo visual. Y también, de su vida.

~~

Fue relativamente sencillo identificar a Kongpob en cuanto su madre lo vio, no sólo por la confusión que causaba un joven alrededor de los veinte llorando desconsoladamente en el suelo, aunque aquella hubiese sido la señal más evidente.

Llamar su atención fue la parte más complicada.

Kongpob sintió una palma cálida sobar su espalda, a lo que su cuerpo dio un ligero espasmo antes de levantar apenas un poco el rostro, sorprendiéndose nuevamente cuando su madre se arrodilló a su lado.

Amaba a su madre, pero amar a alguien significaba quererlo a pesar de todos sus defectos, y él estaba muy consciente de todos los que su madre tenía. Aunque hubiese entre estos algunos no del todo justificados. Por ello le fue de apoyo el abrazo en que ella lo envolvió, a pesar de las miradas y susurros constantes de las personas a su alrededor, e ignorando a quienes se atrevían a apuntarlos con el dedo directamente.

Kongpob se sentía incapaz de levantarse, era como si todas sus fuerzas hubiesen abandonado su cuerpo, y su único reflejo fuese llorar. Llorar hasta que su cabeza estallara, y no hubiese otra alternativa que quedarse dormido. Y desconectarse por unos segundos de lo dolorosa que resultaba su realidad.

Su madre no dijo nada por minutos eternos, se quedó ahí, como un pilar que lo sostuvo hasta que otra ola de llanto desconsolado lo atacó, e incluso después de que este cesara.

Kongpob no supo cuánto tiempo pasó recordando el adiós de Arthit, ni las veces en que se maldijo a si mismo por haberlo perdido. Pero si supo que fue lo que le hizo dejar de seguir aquel ciclo infinito de culpa y lamento.

Porque la voz de su madre nunca fue tan clara como ese día.

—Te contaré una historia —comenzó ella con un dialogo tan inusual que Kongpob detuvo momentáneamente su hipo para fijarse en el rostro afligido de su madre —, hace años, yo estaba profundamente enamorada de un hombre rico. Posiblemente, desde el comienzo, debí imaginar que yo era sólo una aventura pasajera, y que él terminaría casándose con alguien de su mismo estatus. Pero era joven y estúpida, Kong. E ignoré todas las advertencias en mi cabeza, sólo para que lo inevitable terminara sucediendo. Me dejó un par de años después y se casó con una mujer igual de rica que él.

Podría ser para siempreWhere stories live. Discover now