Epílogo

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Kongpob mordió el borrador de su lápiz. Su mente no lograba concentrarse en la hoja de preguntas frente a él. Y sus ojos hacían hasta lo imposible por voltear a cada segundo en dirección a las manecillas del reloj. Necesitaba una sola respuesta para poder entregar su examen y olvidarse de la universidad en al menos, dos semanas.

Pronto las ansias por salir del aula se convirtieron en desespero por recibir un poco de iluminación en su cabeza, cuando Kongpob vio en el reloj, al que sus ojos tanto miraban, marcó diez minutos antes de dar por terminada la prueba.

A dos minutos de que el instructor diera la orden de levantarse, Kongpob dio vuelta a su hoja, y se puso de pie, un poco inseguro de su última respuesta, e inclusive, sorprendido de la dificultad del examen.

—¿Qué tal te ha ido?

Con apenas un pie fuera del aula, Kongpob se detuvo en seco cuando su más reciente amiga se abalanzó hacia él, dejando momentáneamente el grupo pequeño de personas en el pasillo esperando preguntarles a aquellos que faltaban qué tal les había resultado el examen.

—Pudo haberme ido mejor —respondió Kongpob encogiéndose de hombros a lo que Boom sólo suspiró.

—A mi igual. Y esta es mi segunda vez recursando el módulo. A este paso nunca me graduaré de esta maldita maestría.

Estudiar una maestría era un tanto diferente al ambiente universitario de licenciatura. Kongpob se había dado cuenta de ello al término de su primer semestre.

No tenía amigos tan cercanos como los que dejó atrás en Bangkok, tampoco mucho tiempo libre. Además de que debía ir a clases de chino, y eso le quitaba bastante tiempo.

También estaban aquellas horas del día exclusivas para almorzar con Arthit, y aprender un poco sobre su empresa. Aunque, por supuesto, aquello no podía ser a diario. Razón principal por lo que Kongpob lamentaba que el día no tuviese más horas.

—No escuchaste porque fuiste uno de los últimos en salir, pero Stud hará una fiesta en su casa. Estoy pensando ir, ya sabes, tiene mucho que no salimos a divertirnos, ¿no lo crees? —preguntó Boom caminando a su lado de camino al estacionamiento de la Facultad de economía. Ella mirando su teléfono, fingiendo quizá no darle mucha importancia a su invitación. Y Kongpob concentrado en la distancia, específicamente en dirección a los automóviles estacionados.

—Yo paso —respondió Kongpob casi inmediatamente —, tengo planes este fin de semana.

Y aunque fue audible la decepción de Boom, ella aceptó su negativa con un ligero y amigable golpe en el hombro de Kongpob.

—¡Aburrido! —exclamó ella. Kongpob rio antes de que sus labios se ensancharan en una sonrisa, y su palma instintivamente se levantara.

Boom, por supuesto, siguió la mirada de Kongpob hacia un automóvil blanco aparcado a unos metros de distancia en donde había un hombre recargado correspondiendo animosamente al saludo de Kongpob.

—Ya veo, ¿un asunto familiar? Incluso ha venido tu hermano por ti —se burló Boom sonando un poco más animada.

—Si —Kongpob bajó su brazo, girándose hacia la chica a su lado. Antes hubiese revuelto su cabello. Pero esos días estaban enterrados —, bien, entonces me iré. Diviértete en la fiesta.

Ella asintió, y Kongpob se puso en marcha hacia el automóvil blanco, en donde Arthit seguía recargado. Sus pies bastante ansiosos en llegar a su destino, sus brazos ardiendo por fundirse alrededor del cuerpo de Arthit, y su boca picando por succionar sus labios.

Pero, aunque dentro de él quemaran cientos de deseos, Kongpob se detuvo frente a Arthit sin echarse a sus brazos. Y sin besar sus anhelados labios.

Podría ser para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora