Capítulo 7

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ARTHIT

—Carajo, Kongpob ¿en qué estabas pensando?

Se detuvieron cerca de los baños con un florero gigantesco apenas ocultándolos, y con los murmullos de la recepción a sus espaldas, a tan sólo una pared de distancia, pero lo suficientemente lejos de sus padres y hermanas.

Arthit vio negar a Kongpob tantas veces con la cabeza que no siguió una cuenta. Observó su semblante cabizbajo como un perro apaleado mientras se aferraba con las manos a sus brazos impidiéndole siquiera pensar en alejarse de él. Lo que Kongpob no sabía era que, por esa ocasión, Arthit estaba lejos de querer hacer eso.

Arthit suspiró estando realmente preocupado. Kongpob, a diferencia de él, siempre había sido un modelo de hijo desde el principio para su padre, y por ello su hermano no tenía ni la más mínima idea de que tan lejos podría llegar él para darle una lección.

Y ahí estaba, reviviendo una escena similar al pasado, cuando llegó llorando con Kongpob después de tener una discusión con su padre. Pero esta vez, él estaba del otro lado.

—Tranquilízate un poco, no es tan malo como parece —dijo Arthit para consolar a su hermano menor, sin creerse él mismo del todo sus palabras.

Arthit escuchó a Kongpob sorber justo antes de liberar sus brazos y aferrarse a su torso, escondiendo la cabeza en su hombro, y rozando su nariz húmeda en la piel expuesta de su cuello.

La respuesta de Kongpob llegó unos minutos después como un susurro cálido y húmedo cerca de su oreja, causándole un inevitable sonrojo al instante.

—Debes creer que soy patético, P'Arthit. —Sus palabras ofendieron de inmediato al corazón de Arthit, igual a un duro golpe. Arthit giró la cabeza hacia él, aunque le fuera imposible verle el rostro a Kongpob.

En todos esos años después de aquel fatídico día en la playa, Arthit había crecido, tanto fuera por dentro. No negaba que sus recuerdos se distorsionaron con el tiempo, y que había idealizado al Kongpob de sus recuerdos lo suficientemente alejado a lo que fue en realidad para que no se pareciera por completo a su hermano menor.

Pero fue en ese momento cuando apreció las diferencias, y comprendió que la persona que vivía en sus recuerdos era y siempre seria alguien que no existía. Una persona idealizada, alguien quien no era real.

Y, a pesar de aceptarlo. El corazón de Arthit seguía latiendo como loco. A pesar de saber que nunca serian como en el pasado, Arthit no pudo detener sus increíbles deseos de corresponder a su abrazo.

No fue como recordaba. Él siendo quien se aferraba a un Kongpob demasiado callado y misterioso para su propio gusto. El Kongpob que abrazó era de su misma estatura, flaco, y cercano. Lo conocía a profundidad, y no temía que sus sentimientos cambiaran de la noche a la mañana.

—Nunca —susurró Arthit pasando sus manos sueltas por el cuello de Kongpob, aferrándose a él con menos fuerza, pero con la misma necesidad —, para mí siempre serás... —Arthit se detuvo. Y lo hizo porque la frase se había desvanecido en su boca.

¿Qué era Kongpob para él? Sabía bien cuál era la respuesta, y también estaba consciente de que esta no era precisamente la correcta.

Kongpob giró la barbilla despegándose un poco del hombro de Arthit, dejando en la tela un rastro poco fino de humedad proveniente de sus mejillas y nariz. A sólo unos centímetros estaba el rostro de Arthit, tan cerca que no necesitó de mucho para que sus frentes se unieran.

Arthit tuvo el impulso de alejarse, de poner un límite de espacio lo suficientemente sano para ambos. Pero se quedó quieto, hipnotizado por las pestañas negras y húmedas de Kongpob tan cerca de sus ojos.

Podría ser para siempreWhere stories live. Discover now