Capítulo 8

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KONGPOB

Kongpob pasó la yema de su dedo índice sobre sus labios. La sensación áspera de los labios de Arthit chocando con los suyos casi se había extinguido.

Y aunque tenía un buen recuerdo de su más reciente despedida con su malhumorado hermano mayor, la sensación nerviosa en su cuerpo no lo dejaba sentirse del todo tranquilo. Menos aun cuando su mente no paraba de repetir esa extraña tarde.

Habían viajado cerca de dos horas sumidos en un silencio incomodo, guiados por GoogleMaps hacia una clínica poco popular a las a fueras de una reserva de árboles, sólo para que la evidencia estuviera lo más lejos posible de su vida diaria.

Arthit estacionó el automóvil en uno de los muchos espacios disponibles, sostuvo el volante con fuerza y suspiró antes de girarse en su dirección, al del asiento del copiloto.

—¿Listo? —le dijo a un Kongpob muy fuera de si quien ya estaba observándolo desde mucho tiempo antes.

Lo estaba. Kongpob realmente estaba listo para darle fin a esa cadena de limitantes, y extinguir cualquier posible excusa que Arthit pudiese darle en el futuro.

Así que entusiasmado se quitó el cinturón de seguridad y abrió la puerta del automóvil, ansioso por hacerse esa maldita prueba. Incluso él se había sorprendido de su estupidez por no haberlo pensado antes.

Arthit lo siguió de cerca, silencioso y con aspecto ligeramente pretencioso, vestido con saco negro, y aun manteniendo su corbata. Mientras que Kongpob trataba de lidiar con la incredulidad de estar ahí juntos.

Kongpob observó a Arthit caminar con la vista baja, luciendo inseguro como si en cualquier momento pudiese arrepentirse de estar ahí y volver al mismo circulo de negación. Pero contra todo pronóstico, él no dio paso atrás. Ni siquiera cuando sus pisadas comenzaron a resonar sobre el piso limpio de la pequeña clínica. Y la voz de Kongpob dijo en voz alta la razón del por qué estaban ambos allí.

—Buenas tardes, quisiera solicitar una prueba de parentesco.

La recepcionista levantó los ojos de una revista vieja en sus manos a la vez que sus ojos pasaron curiosos entre Kongpob y el hombre a unos pasos suyos curioseando con la mirada aquel pequeño lugar que tenía pinta de ser una sala de espera.

La mujer levantó una ceja antes de asentir y girar su cuerpo ligeramente hacia la computadora a su derecha.

—¿Es su primera vez aquí? —preguntó ella con los ojos fijos en la pantalla, Kongpob pudo ver que estaba por llenar un formulario de registro.

—Si.

—Muy bien —la mujer asintió dando un clic —, nombre completo con apellidos.

Kongpob abrió la boca sólo para cerrarla instantes después. Su silencio llegó con la sensación de la palma pesada de Arthit sobre su hombro, y la vista de sus ojos asustados.

—¿Puede ser sin nombres? —la voz temblorosa de Arthit hizo que la recepcionista bajara sus gafas para observarlos, algo irónico dado que se suponía que las usaba para ver mejor.

—Necesito uno para registrarlos —dijo como quien se detenía a explicar lo evidente. Ella no se molestó en disimular la larga y juzgona mirada con la que volvió a recorrer sus cuerpos antes de chasquear la lengua y encogerse de hombros. —Bien, el registro quedará a nombre de Than Kaewprasert, y serán cincuenta bahts más por eso, ¿están de acuerdo?

Kongpob no supo exactamente que responder hasta que la mujer hizo un ruido con la garganta y levantó ligeramente sus palmas en un gesto interrogativo.

Podría ser para siempreWhere stories live. Discover now