Capítulo 9

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KONGPOB

El perfil de Arthit era hipnotizante. Kongpob estaba seguro de poder pasar horas observándolo sin querer apartar sus ojos de su rostro.

Pero verlo tanto tiempo en silencio sólo hizo que su mente comenzara a pensar en algo para mantenerse ocupada, y sus recuerdos recurrentes eran siempre los mismos. Su tiempo con Arthit.

Kongpob no quería continuar comparando a la persona que amaba consigo misma, pero parecía imposible no hacerlo cuando anhelaba tanto volver a vivir aquello tan hermoso que seguía vibrante en su memoria.

El camino de regreso fue menos difícil para Arthit, o eso fue lo que él dijo cuando Kongpob le sugirió buscar la dirección de vuelta para que las indicaciones en GoogleMaps los guiaran hasta Bangkok, y él se negó.

Pero comenzó a ser sospechoso que justo pasaran tres veces por un restaurante de mariscos, primero con las luces encendidas, ya después, a la tercera vez, con todo el lugar apagado.

—P'Arthit, creo que ya pasamos por aquí.

En cuanto Kongpob lo dijo, Arthit apretó con fuerza el volante, pero no le dio la razón.

Kongpob insistió de nuevo después de girar a la derecha, y ver un paisaje muy distinto a lo que recordaba.

—P'Arthit, creo que...

—Si, si, ya lo sé Kongpob. No es el camino correcto, también me di cuenta de eso.

Bien, dijo a sus adentros Kongpob sin saber bien que decir. Sus ojos se desviaron hacia su celular muerto en sus manos, y como si sus mentes estuviesen conectadas, Arthit se orilló a un costado de la carretera.

—¿Podrías poner el mando de GPS en tu teléfono? —pidió Arthit con muy poca paciencia.

Kongpob levantó su teléfono a la vista de Arthit.

—Se ha quedado sin batería.

Arthit echó la cabeza atrás, justo al instante, golpeó su frente con sus palmas y maldijo a nadie en específico. Kongpob se recompuso en su asiento al ver que Arthit parecía a punto de hacer un berrinche.

—P'Arthit, ¿qué tal tu teléfono? ¿Tiene batería? O podemos pedir indicaciones, no te preocupes, todo...

Arthit volvió a quejarse, ignorando por completo sus palabras, y quedándose unos minutos en silencio muerto hasta que separó su cabeza del volante.

Las manos de Arthit fueron hacia su bolsillo, tomando su teléfono y programando las indicaciones para el regreso. Kongpob observó mientras Arthit lo colocaba en su sitio e iniciaba el motor para ponerse en marcha de nuevo.

Su mente le dio unas cuantas vueltas sin llegar a sospechar algo en concreto hasta que la primera notificación abordó el teléfono de Arthit, y los ojos curiosos de Kongpob no pudieron resistir echar un vistazo.

Y, como usualmente ocurría cuando se inmiscuía en conversaciones ajenas, Kongpob leyó algo que no le agradó para nada.

—P'Nam pregunta si tienes tu pasaporte contigo —el recelo se sintió culposo justo cuando sus palabras se deslizaron por sus labios, y sus ojos acusadores vieron en el retrovisor la sorpresa de Arthit.

Kongpob no quiso darle mucha importancia a lo rápido que su mente llegó a la conclusión de que aquella pregunta podía estar relacionada con otro usual escape de Arthit, que conllevaba a que Kongpob no supiera de él por meses, hasta que inevitablemente volvieran a encontrarse.

Los ojos de Arthit vieron la pantalla de su celular, pero pronto volvieron al frente.

Kongpob siguió viendo la pantalla, por unos minutos, hasta volvió a tener un cambio además del mapa. Kongpob ni siquiera tuvo tiempo de sumirse en más pensamientos inútiles.

Podría ser para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora