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Llevo cinco días en casa de Evan, durmiendo en su propio cuarto debido a que no hay una habitación para invitados. Este es acogedor a pesar de que él hizo todo lo posible para que no estuviera tan desordenado, cogió algunos de sus libros que estaban esparcidos por el suelo y los guardó en las mismas cajas que están ahora mismo junto a una esquina. Me siento culpable. De repente, cambiar los hábitos nocturnos no debe ser muy satisfactorio. Deslizo la mirada hacia la ancha camiseta que tengo puesta, me levanto de la cama y camino despacio hacia la ventana. Observo entre las cortinas venecianas separándolas con mis dedos que, al otro lado, el comienzo del amanecer colorea el cielo con sus colores habituales, sin embargo, la población parece estar disfrutando de sus primeros días libres. El ruido acústico de centenares de vehículos y la sonora melodía que se crea con las millones de voces de las personas que acuden a sus destinos ha desaparecido.

Ensismismada vuelvo a leer el mensaje que Kimberly me ha mandado. Me ha propuesto salir a tomar algo ahora que ya está más tranquila en su jornada. Muevo mis dedos sobre la pantalla mientras suspiro y le envió mi respuesta. Cuando dejo caer el móvil sobre el colchón, un fuerte golpe se produce en alguna estancia de la casa estremeciendo todas las paredes. Me llevo la mano al pecho al instante que siento que se me corta la respiración. Me restriego los ojos antes de observar el horario tan temprano y después me pregunto quien está rondando a estas horas por la casa.

Recorro el pasillo apoyando ligeramente mi cuerpo en las paredes mientras intento no hacer sonar los suelos con mis pisadas desnudas. A medida que me acerco escucho a alguien rebuscar entre los armarios, provocando ruidos tan molestos que tengo que llevar mis manos a los oídos para evitar que el sonido tan atroz me provoque una hemorragia. Extiendo mis dedos sobre el marco de la puerta de la cocina y asomo media cabeza para descubrir a Evan. Sonrío de inmediato. Decido permanecer un buen rato escondida mientras observo el gran espectáculo, pues desesperado busca todo lo que necesita entre tanto maldice el desorden que ha creado al sacar todos los cazos y paletas de los cajones. Se lleva las manos a la cabeza y mientras repite una y otra vez la palabra << pinzas>>, me tapo la boca aguantando la risa.

Todas sus facciones se tensan y comienza a sudar como consecuencia. Se lleva las manos a la cintura y se muerde el labio inferior mientras piensa donde ha podido colocar su madre las pinzas de cocina. Aún escondida observo con más detalle sus intenciones culinarias. Hay unos filetes sobre un plato y algunos huevos recién hechos de los cuales todavía emana el fino vapor. Evan se pasa una de sus manos por su pecho, lo palpa y después, tras varios minutos buscando el utensilio, su mirada se cruza con la mía. Desvio la mirada rápidamente y aclaro mi garganta disimulando el tiempo que llevo mirándole a escondidas.

– Buenos días.

Su preocupación se ha difuminado en el aire al verme. Se acerca a mi lentamente a la vez que se dibuja progresivamente una gran sonrisa en su rostro, me observa con detalle, deteniendo su mirada fija en mis piernas desnudas. Permanece unos segundos sin pestañear descubriéndome únicamente con su camiseta ancha cuya me llega hasta las rodillas. Camino hacia él correspondiendo a sus palabras con un pequeño movimiento de cabeza, aunque mi sonrisa es de lo más tímida. Su cuerpo desprende el olor reciente a una larga ducha cuando se detiene a pocos centímetros, su mano se acerca a mi hombro y lo acaricia enérgicamente tras recuperar el aliento.

WILLOW. ©Where stories live. Discover now