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El aturdible sonido de la alarma me despertó, eran las 6:30 de la mañana de un lunes. Hoy volvíamos al colegio después de Bariloche, todavía dolía que ya se haya terminado el viaje.
Me levante de la cama poniéndole la mejor onda posible y fui al baño a hacer pis y luego me lave bien la cara y me peine. Volví a mi habitación para cambiarme, me puse una calza negra con una remera blanca con la marca Nike de color rosa en el centro y en los pies unas air max blancas.

Una vez que termine de arreglarme me puse a preparar la mochila con las materias que tenía y ya después baje a desayunar.
Mi vieja ya estaba levantada tomando café con leche y para mi sorpresa Isabella también ya estaba lista.

—¿esto es real?—pregunte jodiendo cuando entre a la cocina.

—que chistosa—me saco la lengua mi hermana y siguió tomando su chocolatada.

Por mi parte me preparé lo mismo y agarre un paquete de galletitas pepitos y me senté en la mesa.
Desayunamos las tres en silencio, a ninguna nos gustaba mucho hablar a la mañana.

—hoy se van caminando que papá no está—dijo mi vieja levantándose de la silla y yendo a lavar la taza.

—que paja—bufé, odiaba caminar con toda mi alma, prefería mil veces hacerte cien abdominales y sentadillas antes que caminar.

Terminamos de desayunar y ya era la hora del colegio así que nos despedimos de nuestra vieja y nos apuramos a salir.
Todo el camino lo hicimos en silencio, por las mañanas solemos estar de mal humor y por eso preferimos no hablarnos a menos que queramos terminar peleando.
Llegamos con el tiempo justo así que corrí hasta mi clase para no comerme la cagada a pedos del profesor de filosofía.

—Gonzales—dijo ni bien cruce la puerta, mierda.

—perdón Profe—me disculpe y busque con la mirada un asiento vacío donde sentarme.
Scanee con los ojos toda el aula y solo encontré dos lugares vacíos, y si será hija de puta la vida que justamente esos lugares eran o con Mateo o con Agustín. Ambos me miraban fijo pendientes a lo que iba a hacer.

—apúrese Gonzales—hablo impaciente el profesor.

—Sisi perdón—me volví a disculpar y sin pensarlo dos veces me dirigí a la mesa de Agustín bajo la atenta mirada de Mateo que tenía una cara de orto impresionante.

—Hola—dije con un poco de vergüenza al sentarme a su lado y sacar el cuadernillo de la mochila.

—hola—dijo sin siquiera mirarme.

—Agus—me ignoró—Agusss—volví a hablar hasta que me miro—perdón enserio, no quiero estar así con vos—dije haciendo puchero.

—ya fue Micaela—rodeó los ojos y volvió a lo que estaba haciendo.

—¿podemos llevarnos bien aunque sea?—de verdad no me gustaba estar peleada con él, estos meses se comportó re bien conmigo y me ayudó un montón con el tema de Mateo, no daba que ahora ni siquiera nos dirijamos la palabra.

—no se Mica—suspiro frustrado—vos me gustabas de verdad a mi, me seguís gustando todavía porque aunque no quiera es algo que no puedo cambiar—se llevo una mano a la cabeza—no puedo ser tu amigo y estar como si nada.

—Agus yo...—no sabía que responderle, me partía el alma verlo mal por mi culpa y más sabiendo lo feo que se siente estar enamorado de una persona que no siente lo mismo—no se que decirte—dije casi en un susurro.

Enséñame //Mateo Palacios//Trueno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora