6

3.4K 408 71
                                    

Gilbert.

—¿No crees que sería muy loco que todos tuviéramos etiquetas que dijeran alguna cosa sobre cómo somos o qué pasa en nuestra vida?

Habían pasado tres días desde el incidente en el hospital, el doctor Boyle se había creído todo, –o había fingido hacerlo– sobre el tema de ser vecinos, Jerry aún no despertaba, pero seguía estable. Anne se mantuvo enojada y triste los dos primeros días, pero ahora se mantenía positiva, me aseguraba que su amigo estaría mejor si ella atraía buenos deseos para él.

Esta Anne positiva era aún más curiosa, hablaba hasta por los codos y siempre planteaba preguntas raras en momentos de silencio, ya me había acostumbrado, y era un juego que me gustaba jugar.

Así que en lugar de preguntar el porqué de la pregunta, la respondí. —No sé si sería extrañamente genial o extrañamente nefasto, pero definitivamente sería extraño. —noté que miraba a toda la gente reunida en el "jardín" del hospital, lo digo entre comillas porque prácticamente era un cuadrado de cemento. —Además creo que somos muchas cosas, sería injusto porque una mini-etiqueta no sé que tanto podría llegar a decir.

Ella asintió apoyándose aún más en la barandilla sin apartar la vista de las personas. Estamos en el segundo piso, yo esperando a que mi papá termine unos exámenes, y ella cualquier información sobre su amigo. —¿Qué pondrias tú en tu etiqueta?

Posa sus celestes ojos sobre mí, brillantes como cada vez que imagina una posibilidad. Pienso un momento. ¿Qué pondría en mi etiqueta? "Hijo de un papá enfermo". "Buen estudiante, popular entre sus compañeros" "El que vive lo mismo todos los días hace un año" —No se me ocurre nada, ¿tú?

No lo pensó ni por un segundo. —Yo pondría "amante de la aventura". Pienso hacer muchas cosas arriesgadas y conocer muchísimo lugares y personas distintas. Creo que nací para vivir sucesos extraordinarios.

No dudaba ni por un segundo en que eso sería así.

—Estoy seguro de eso.

Antes que pudiera responderme de la puerta salió el doctor y me hizo una seña. Me despedí porque Anne comentó que iría a hacer "banderas" y caminé hacia la habitación de papá.

Él estaba inclinado en la misma posición de siempre, con un libro sobre sus manos temblorosas y lentes sobre sus ojos. Al verme apartó la vista de su lectura y sonrió.

—¿Aún aquí, hijo?

Asentí. —No me imagino un lugar mejor donde estar que contigo, papá.

Sus ojos brillaron, me sonrió a labios cerrados e hizo seña para que me sentara en la cama, obedecí.

—No has ido a clases, ¿no? —preguntó tomándome por sorpresa después de un rato.

Quise mentir, inventar alguna escusa pero sabía que no valdría para nada, seguramente llamaron de la escuela. Así que solo asentí apenado. —No te enojes, me han mandado todos los trabajos, papá. Moody siempre me los envía por email y después los imprime y entrega a los profesores. Además, ya hablé con varios de ellos y entiendien...

—No estoy enojado, hijo. —me interrumpió papá tomando mi mano con cariño— Pero siempre estás aquí, no quiero que tu vida sean estas cuatro paredes. Yo sé que me amas, que quieres que sepa que estás aquí, pero no es necesario. Yo soy el papá, no tú.

—Sé que tú eres el papá, pero estoy aquí porque...porque yo estoy más tranquilo sabiendo que estamos cerca. De verdad no lo veo como una obligación ni mucho menos. Me hace bien estar conti... —suspiro y mis ojos se ponen llorosos. Papá me acerca hacia su pecho y abraza con fuerza.

—Está bien, pequeño... —acaricia mi pelo y cierro los ojos ante su cercanía— está bien...

Pasamos así unos minutos hasta que la tristeza abandona mi cuerpo casi por completo, palabras de 'El Retrato de Dorian Grey' inundan la habitación cuando leo para él, comemos, charlamos de mil y una cosas, sobre recuerdos de nuestros viajes, sobre mis amigos de la escuela y las historias que Moody me había contado por teléfono.

—¿Y qué pasó con el niño al final? ¿Ya despertó? —pregunta cuando le estoy dando un mordisco a mi hamburguesa.

Niego. —Aún nada.

Se pone pensativo por un momento. —No me gusta nada esto que estamos haciendo. —me confiesa afligido, quitándose los lentes— ¿No has pensado en que tal vez sería mejor decir la verdad y que los niños vuelvan al orfanato? Digo, son pequeños, a mí me gustaría si un día tú quedaras sin nadie para ayudarte, que claramente jamás sucederá, —afirmó y me tomó la mano otra vez— mucho más que tuvieras un techo sobre tu cabeza y comida sobre la mesa, a que vagaras por las calles.

—Anne vino del orfanato y dijo que era muy malo para ella, que no la trataban muy bien. —comenté aunque sus palabras sí resonaron en mis pensamientos— no quiso decirme más pero por lo que capté en su cara al hablar sobre eso, no eran recuerdos lindos. Y Jerry...creo que tenía familia, pero eran muy pobres y se fue, no sé, no quiso decirme nada sobre él.

—La trataban muy mal...pero hijo, ¿qué tan bien la pueden tratar en la calle? Ya viste como terminó el chico, tan golpeado que no ha vuelto a despertar. No sé, no siento que la ayudamos para nada fomentando que siga viviendo en la calle, sin ir a estudiar, sin seguridad para ella.

—Anne dice que es lo mejor.

—A veces, Gilbert. La gente piensa que algo es lo mejor porque no conoce nada más. Y las personas a su alrededor... —me miró con ternura —que las quieren, y se preocupan por ellas, deben tomar decisiones que quizás no les gusten a primera vista, para mostrarles que se equivocaban, y que hay mucho más esperandoles. Y la mayoría de las veces, hijo, lo que les espera es mucho mejor de lo que alguna vez podrían haber llegado a soñar.

Anne Of The Present Where stories live. Discover now