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Anne.

La mañana del lunes me desperté una hora antes con toda la fuerza terrenal que el universo pudo darme, sabía todo lo que se vendría y me sentía preparada para vivirlo a pesar de mi fin de semana de agonía.

Tardé menos de lo normal en estar lista, Marilla me regaló una mirada sorprendida al verme bajar las escaleras tan temprano ya lista para ir a la escuela.

—¿Y esta sorpresa? —cuestionó poniendo el hervidor en su soporte– ¿Qué haces lista tan temprano?

—¿No es un día espléndido para aventuras el que nos regala Avonlea? —suspiré ignorando su pregunta y me dejé caer sobre una silla—La vida trae tantas sorpresas, Marilla. Un día estaba lejos de toda vegetación y ahora el verde me inunda.

—¿Para aventuras? —dejó un boul con cereal y la leche frente a mí. —¿Qué tantas aventuras podrías encontrar en la escuela, Anne?

Expulsé aire por la nariz con una sonrisa en mis labios. —Te sorprendería.

Marilla frunció el seño y abrió la boca para decir algo, pero el bullicioso timbre de Green Gables lo hizo imposible.

—Voy yo. —le avisé mientras ella echaba el agua hirviendo sobre su taza.

—Debe ser Rachel, me ayudará con unos patrones para el vestido que te dije. —vociferó mientras yo caminaba hacia la puerta.

—¡Deberíamos bajarle un poco el volumen a esta cosa! —resonó otra vez— ¡Ya voy! ¿Quién toca con tanta impacien...?

La ultima palabra se pierde en mis labios al ver a la persona parada en el umbral de la puerta. Ojos cafés, cabello castaño, un poco más alto que yo, la misma sonrisa que había visto tantas veces. El corazón comienza a latirme al instante al ritmo de las alas de un colibrí, mis brazos se tensan y mis hombros se ponen rectos. 

—¿Qué...? —logro decir en un susurro y él da un paso hacia mí pero le cierro la puerta en la cara.

Me apoyo contra ella y pongo una mano en mi pecho tratando de controlarme. Pero es inútil, la situación es muy extraña como para lograr mantener la calma.

Me hinco en el suelo justo a la altura del inicio de las ventanas a los costados de la puerta, como si fuera una zuricata. Aparto una esquinita de las cortinas y pongo mis ojos para observar si la figura sigue en el mismo lugar y efectivamente sí.

—No, no, no.... —murmullo una y otra vez al ver esos ojos confundidos y el sonido del timbre otra vez.

—¿Anne? —grita Marilla acercándose hacía mí, al verme en el suelo espiando por la ventana frunce el seño y pone la mano en el pomo para abrir la puerta, yo la detengo. —¿Qué haces...?

—Marilla, ¡no! —chillo interponiendome entre ella y la puerta.

—¿Por qué? —el timbre suena otra vez— Anne Shirley, sal de la puerta.

—No podemos abrir la puerta. —le respondo en un susurro cómplice—. Siempre he tenido muy buena imaginación, y me parecía algo grandioso, pero creo que desarrollé esquizofrenia o alucinaciones nerviosas.

—¿Esquizofrenia? —me pregunta con los ojos como platos —¿Qué cosas tan ridículas dices, niña? Déjame abrir.

—Marilla, no entiendes...quizás es un fantasma. —puse una de mis manos sobre mi boca para ahogar un grito–. Eso significa que Jerry...no..

Jerry había muerto. Y yo no había estado para él en sus últimos días, era una amiga terrible y quizás por eso había venido a visitarme.

—¿Jerry? —preguntó confundida y luego su rostro se iluminó—El francés.

Anne Of The Present Where stories live. Discover now