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Anne.

Es increíble cómo algo puede ser de una forma durante años y luego, en un segundo, sufrir una variación tan abrupta y repentina que dudas que pueda llegar a ser lo mismo otra vez.

La antigua ciudad de Bosra estuvo habitada durante dos mil quinientos años, y luego, en el dos mil trece fue bombardeada con morteros y todo lo que se creía respecto a ella dejó de ser. Lo mismo pasó con múltiples monumentos que se mantuvieron durante períodos increíblemente largos de la historia y luego, en un pestañeo, o gracias a una guerra, cambiaron para siempre.

Un día estás, y al otro todo un pueblo te está buscando con carteles llenos de tu rostro, sale toda tu información en la sección de personas extraviadas de la policía que tanto odias, y tu nombre resuena por todas las calles que recorriste miles de veces.

Llamándote, rogando que las cosas no cambien para siempre.

Había pasado veinticuatro horas y Venus aún no aparecía. Así que varios vecinos —incluyendo las personas que tantas veces hablaron mal de ella—, se unieron para buscarla en los lugares que el señor Le Brun estipuló como los frecuentes. Los más religiosos hicieron vigilias de oración en su honor, y todos sus amigos ayudamos a su padre a imprimir carteles con su rostro cuando la policía cortó el tránsito para poder controlar quién entraba o salía de Avonlea.

Ya a las dos de la mañana, yo estaba junto a Roy en un rincón de la vigilia, su rostro antes lleno de vitalidad, lucía cansado, casi sonámbulo. Como si le hubieran absorbido toda su juventud.

—Volverá, o la encontrarán. —le dije pasándole un café de una de las mesas que habían adaptado los de la iglesia para que los voluntarios de búsqueda, y sus conocidos pudieran comer algo—. Estoy segura.

No dijo nada y sólo me abrazó, reposando la cabeza en mi hombro. —Tengo miedo, Anne.

El verlo vulnerable por primera vez desde que lo conocí hizo que tuviera unas increíbles ganas de llorar, así que no fui capaz de responder nada y sólo correspondí con más fuerza su abrazo.

Desde esa posición podía ver el rostro de los demás a unos metros de nuestra posición, algunos hablaban entre ellos, otros se abrazaban con los brazos a sí mismos, y Aline estaba tan shockeada por toda la situación, que Cole estaba dándole comida en la boca.

Hay silencio, hay tensión, hay miedo.

A pesar de que era verano, nunca sentí una noche tan fría como esa.

Acaricié el cabello de Roy con mis manos en un gesto maternal, hasta que el orgullo nefasto volvió a su cuerpo y se apartó de mis brazos.

—Iré a su casa a ver si encuentro algo. —me avisó de forma casi mecánica, como si fuera un robot.

Yo me sentí aún peor. —Ya fuiste cuatro veces, no sé si...

No me dejó terminar y alzó los hombros con desinterés. —No me puedo quedar quieto en esta mierda.

Y antes que pudiera responder desapareció en la negrura de la noche otra vez, aferrándose a la idea de que Vee llegaría como si nada con su vestido rojo y su maquillaje corrido a la casa que la vió crecer.

Sabía que muchos estábamos ensimismados en esperar lo mismo.

Detesto esperar, detesto no poder resolver las cosas y tener que ver cómo suceden frente a mí mientras estoy a brazos cruzados viendo como la energía de todos se consume de a poco.

—Debes dormir algo, Lys. —escuché la voz comprensiva de mi amigo cuando me dirigí en su dirección—. No has descansado nada hace dos días.

Anne Of The Present Where stories live. Discover now