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Gilbert.

—Bueno, dicho esto... —dije tomando el megáfono otra vez—. Vayan a buscar sus sillas, la escuela Dominical está a punto de ser tomada por sus estudiantes.

Después de esas palabras lo que vino fue caos, presente, latente y en toda su magnitud. Todos los estudiantes se levantaron de las gradas casi al mismo tiempo, algunos miraban todo sorprendidos, otros chiflablan y aplaudían movidos por la euforia.

Nosotros habíamos quedado en separarnos en cuatro grupos o comisiones: El primero, donde estábamos Venus, Prissy, Sadie y yo, iba a pedirles a los funcionarios que abandonaran el establecimiento. En el segundo, Aline y Audrey se encargarían de la entrada. Diana, Cole, Parker y Roy controlarían a los estudiantes y la situación en general. Y el tercer grupo formado por Tillie, Moody, Ruby y los demás irían cerrando las puertas de las salas que no quedarían disponibles y harían el inventario de la comida de la cafetería.

—Y así es cómo se levanta a toda una escuela. —silbó Venus con una sonrisa en su rostro—. Vamos, ¡qué se vaya todo a la mierda!

Yo me puse la mochila al hombro y asentí correspondiendo su sonrisa. —Todo a la mierda.

—¡Todo a la mierda! —repitieron Sadie y Venus al unísono comenzando a trotar hacia afuera del gimnasio, con Prissy les seguimos el ritmo a sus espaldas, mi corazón latiendo en mi pecho a mil por hora por el ambiente que se estaba generando.

—No tan a la mierda, Venus. —nos interrumpió Roy a unos metros de distancia hablando con el megáfono— ¡Nada de escupir!

Venus río, sí, ella riendo. Y lanzó un beso a su dirección. —¡Lo prometo!

Al llegar al patio el escándalo fue mayor, las sillas caían desde las barandas del segundo piso y se azotaban en el suelo, —sin romperse, por suerte— si no hubiera sido porque Prissy agarró a Sadie de la chaqueta y la empujó para atrás, una de ellas hubiera colisionado justo en el cráneo de la morena.

—¡Con cuidado! —gruñó Venus mirando hacia arriba—. ¡No pueden tomar una escuela si se matan, imbéciles!

—Tranquila. —la tomé del brazo y avancé con ella antes de que pudiera darle de comer la silla a quién sea que la arrojó. —¿Estás bien, Sadie?

Asintió con la cabeza y escuché la voz de Roy incorporándose a nuestras espaldas para lanzarle improperios a los chicos de arriba, seguida de la voz de Diana pidiéndole que se tranquilizara.

Tal para cúal.

Antes de siquiera llegar al pasillo donde se encontraban las oficinas de los directivos, chocamos cara a cara con el director Kepner, el inspector Price, y su secretario, Poe. Miraban todo como si estuvieran soñando que una invasión zombie se estaba comiendo a sus alumnos. Bueno, los primeros dos, porque el joven secretario estaba viendo todo con el rostro indiferente, como si esto fuera cosa de todos los días.

—¡¿Qué es esto, Poe?! —gruñía inmerso en el pánico, Kepner—. ¿Sabías algo?

Poe lo miró de pies a cabeza como si hubiera dicho la cosa más estúpida que escuchó en toda su vida. —¿Por qué iba a saber yo esto?

El hombre parecía apunto de arrancarse todo el cabello de tanto tirarlo. —No sé, ¡tú eres mi secretario! ¡deberías estar al tanto de estas cosas! Dios...Price, debes calmarlos ahora mismo.

—¿Y por ser secretario debería tener facultades de gitano? —preguntó sacando una foto con su teléfono al caos.

—¡No! ¡Les cambiamos el acolchado este semestre! —me mordí la lengua para no reír al ver como el inspector Price corría hacía unos chicos con un par de sillas en sus manos—. ¡Alto ahí ahora mismo!

Anne Of The Present Where stories live. Discover now