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Gilbert.

A veces la vida no nos da opción, nos impone una situación como si de un puñetazo se tratase, no importa cuánto nos quejemos o cuanto corramos lejos de ella; estará ahí, será una realidad aunque nos aferremos a no creerlo, aunque cerremos los ojos esperando despertar de un mal sueño.

El grito de horror proveniente del padre de Venus fue nuestro puñetazo.

—No —bramó aferrándose a al hombro del policía—. Mi hija no, ella no...

Conocía esa negación, conocía ese dolor tan grande que eres incapaz de decir la razón en voz alta, como si la garganta no se atreviera a admitirlo e intentara salirse del cuello para no presenciar la escena, para no reconocer que no podrás volver a decirle nunca más te amo a quién amas.

Porque ya no siente, no corresponde, no escucha, no respira.

No vive.

Sentí como si el sol se hubiera congelado de pronto. El mundo pareció venírseme encima y mi corazón se detuvo en mi pecho, el aire desapareció y comencé a sentir dolor, un dolor tan fuerte que pensé por un momento la posibilidad de desvanecerme ahí mismo.

Volteé hacia mi amigo y supe que nunca podría sacarme de la cabeza el gesto en su rostro, el horror con el que sus ojos miraban la escena. Tomé su brazo con fuerza, pero él trató de soltarse de un tirón. —Suéltame, debo buscar a Vee.

Fue entonces cuando mis ojos se cristalizaron. —Moody...

—No me mires así. —exclamó empujándome, furioso— Tú...maldita sea, debes dejar de mirarme así.

Traté de detener los golpes en mi pecho tomando su muñeca, pero eso lo hizo enojar más y trató de zafarse de mi agarre con una fuerza que parecía sobrenatural para su cuerpo ahora tan débil luego de haber dejado de comer durante toda la semana.

—Ven aquí —le dije con voz temblorosa, consiguiendo por fin poder contenerlo en mis brazos—. Ven aquí.

—Debes soltarme. Suéltame, Gilbert. —vociferó, pero ahora correspondía mi abrazo con ímpetu, con necesidad—. Debo ir a buscar a Vee, debo ir a buscarla.

Yo también me aferré a él y cerré los ojos con fuerza cuando escuché un grito proveniente de Roy unas filas atrás, acompañado de unas sillas azotando el suelo. —Lo sé, lo sé.

—Ella no puede...no es justo, no es justo... —repitió una y otra vez cuando Ruby se acercó a nosotros y tomó mi lugar—. No puede...

La música de la banda dejó de sonar, los apoderados dejaron de sacar fotos, sollozos por doquier inundaron el gimnasio y Anne bajó del escenario corriendo en la misma dirección a la que, paradójicamente, ahora yo caminaba: hacia Roy.

Había adoptado una reacción parecida a la de mi amigo, pero multiplicada por mil. Entre tres profesores trataban de calmarlo pero él empujaba a cualquiera que quisiera tocarlo para seguir pateando las sillas a su costado derecho, —ya que la figura fantasmagórica e impasible de Aline estaba su izquierda mirando un punto fijo sin siquiera pestañear, ni mucho menos responder a las palabras que Cole y Josie emitían en su dirección—.

—¡No me puto toques! —bramaba amenazante en dirección al Señor Collins.

—Gardner, debes calm...

Lo tomó desde su chaqueta de vestir. —Si me dices que te calme prometo que te...

Anne, tratando de detenerlo, fue la primera que pudo llegar a tocar su brazo sin recibir un golpe. —Roy, detente...

Él fijó sus ojos en los de ella durante unos segundos sin soltar del cuello a nuestro profesor de Biología, terminó abriendo los ojos como si hubiera olvidado la existencia de la pelirroja. —Temis.

Anne Of The Present Donde viven las historias. Descúbrelo ahora