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Gilbert.

Me despidieron.

Y aunque me gustaría decir que después de eso apelé a la legislación laboral, al despido infundado, protesté y le hice comerse sus palabras al jefe, nada parecido a la realidad.

Notificación de despido, Gilbert Blythe.

Suspiré y dejé el papel sobre la mesa. No había nada que hacer, en lugar de notificarle a mi jefe la situación discriminatoria, había arrojado kétchup sobre el cliente. No era un experto en el ámbito laboral, pero estoy seguro que eso no fue muy profesional ni acertado de mi parte.

—No es tan malo. —trató de hacerme sentir mejor William desde el sofá donde le hacía cariño a Ryker en la panza— Eso te da pie a poder centrarte sólo en tu visita de hoy a la clínica. Hablando de eso...Jacob, ¿confirmaste?

—Igual que las tres veces anteriores en las que me preguntaste, sí. —levantó la vista de los planos sobre la mesa y puso los ojos en blanco—Sí confirmé, cielo.

—Bien. —agregó pensativo más para él que para nosotros—. Entonces, todo en orden o... ¿por qué siento que algo se me olvida?

—Tu hija. —añadió inmerso en su escritura mi tío y William asintió con entusiasmo—. No creo que quiera, ayer tuve que buscarla a casa de Marcus, y estaba tan borracha que soltó un chillido de alegría al no ver el auto de su padre en el garaje. Cuando le dije que yo era su padre, casi sufrió un ataque al corazón ahí mismo.

William hizo una mueca de lástima. —Ay, mi pequeña...en la casa de acogida parecía una niña tan normal. Estoy casi seguro que fue porque se te cayó de la cuna. Lo doy por firmado.

—¿Quién se cayó de la cuna? —murmuró la pelinegra entrando a la sala y sacando una botella de agua del refrigerador—. No, no quiero saber. De hecho, propongo un juego maravilloso para hoy: nadie habla, ni hace ruido porque la hermosa de Lys está con resaca. Desde ahora...ya.

Mis tíos compartieron una mirada y el rubio asintió en su dirección. Jacob rodeó la mesa, fue hacia las repisas sobre la televisión, sacó su teléfono y en menos de tres segundos comenzó a sonar la alarma más molesta que yo había escuchado jamás.

Lyla soltó un gruñido sonoro y salió corriendo hacia su habitación otra vez.

—¡Las acciones tienen consecuencias, cielo! —vociferó William estirándose en dirección al pasillo–. ¡Y arregláte que saldremos!

—¡Llevense a Ryker! ¡yo me emanciparé! —gritó mi prima seguido de un portazo.

Solté una carcajada cuando la alarma se detuvo y saqué una manzana de la cocina. —¿Cómo se llamaba el cirujano?

—Nigel —contestó Jacob— y...lo invocamos, me acaba de escribir que se desocupará antes porque un paciente murió. Genial, alcanzaré a pasar a mi oficina después.

—¡Jacob! ¡No es genial que alguien muera!

Mi tío hizo una mueca de niño pequeño regañado y luego de unos segundos de silencio, los dos soltamos una carcajada cómplice.

Alberta es un lugar precioso, y no lo digo porque es el lugar donde papá vivió casi toda su juventud y donde conoció a mamá. Eso también, pero dejándolo de lado, es objetivamente precioso.

Todo es verde, y sumamente cuidado. Hay montañas, praderas, baldías desérticas, además de amplios bosques de pinos, y ríos por doquier. Y si eso no fuera lo más maravilloso que podríamos pedir, hay festivales de cine y música prácticamente todos los meses.

Anne Of The Present Where stories live. Discover now