25

1.7K 233 1.4K
                                    

Gilbert.

La semana estuvo tranquila, casi rozando el aburrimiento.

No tuvimos reuniones del centro porque estábamos en exámenes finales de semestre, no me topé a Anne más que por los pasillos, y Bash estaba entusiasmado comprando toda la ropa de bebé que veía, así que me dediqué a ver mallas de universidades y arcanceles, rogando obtener alguna beca.

Sin obtener buenas respuestas ni cambios divinos, porque la conclusión siempre era la misma: la educación era realmente costosa y yo no tenía el dinero para pagarla.

—Quizás podrías pedir un préstamo. —señalaba en mi dirección Venus mientras le daba una calada a su cigarrillo ante la atenta mirada de unas señoras que seguramente luego hablarían miles de cosas sobre ella con los vecinos.

—¿Y endeudarme de por vida? —comenté negando con la cabeza y evadiendo a una mujer llena de bolsas que caminaba en dirección contraria a nosotros—. Si no consigo la beca me tomaré un año para trabajar y recaudar el primer arancel.

Ella afirmó con lentitud, entendiendo mi punto. —Es una mierda que tengas que esforzarte el triple para estudiar.

—La educación es un privilegio. —señalé en medio de un bufido y me paré en la reja de la casa enorme de Venus.

—Si quieres pasas y podemos emborracharnos. —agregó mirando a un costado para soltar el humo lejos de mi rostro.

Solté una risa. —Es jueves.

—¿Y? —preguntó.

—Jueves a las dos de la tarde. —volví a tratar de explicarme.

—Buh, aguafiestas. —espetó y abrió su reja—. Nos vemos mañana en la fogata, nerd.

Sonreí y jalé su oreja con diversión. —Adiós, camionera.

Me hizo un signo obsceno con su mano antes de entrar a su casa y dejarme en la calle solo. O bueno, con mis pensamientos sobre aranceles, universidades, y el futuro tan incierto para las personas sin dinero como yo.

Sin quererlo terminé llegando a el lago de los Barry, y luego al lugar.

A ese lugar que no había visitado hasta ese entonces.

Me senté sobre uno de los árboles y saqué los audífonos de mi bolsillo para tratar de obtener algo de calma fuera de las preocupaciones dentro de mí cabeza. No lo conseguí ni un sólo segundo, siempre terminaban llegando y lograban que quisiera hacer un orificio en la tierra para no tener que preocuparme del dinero, ni de nada nunca más.

La vida del estudiante, sin más.

Y todo hubiera sido un paseo ordinario si no fuera por el cabello pelirrojo que se asomó desde los arbustos.

—¡No puedes hacer esto! ¡No puedes hacer aquello! —bramó arrojando con fuerza su mochila contra el suelo—. ¿Para qué me elijen como presidenta si no puedo decidir nada? ¡Ahg, primitivos! ¡Trato de dar un paso y ellos me obligan a retroceder treinta!

Estaba con un café y bebía el contenido con enojo, como si pudiera conseguir solucionar algo de esa forma.

Me bajé de la rama de un salto consiguiendo que la ojiazul se sobresaltara y derramara todo el contenido de su vaso en mis zapatos blancos.

—¡No me hagas nada, yo...yo soy un alma inocente! —exclamó temerosa, dando un paso atrás; cuando yo solté una carcajada el miedo en sus ojos se transformó en enojo otra vez—. Oh, eres tú. ¡¿Qué rayos te pasa?! ¿¡Por qué te arrojas así!?

Anne Of The Present On viuen les histories. Descobreix ara