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Anne.

Erase una vez, la tierra de las esculturas, la tierra de los edificios, de grandes autos y de metal.

Caballeros de brillante armadura duermen tranquilos, sabiendo que todo el mundo está a su disposición, que el mañana será seguro y cuidará de sus sueños siempre, porque el mañana siempre a sido de ellos gracias a un manual de buenas costumbres que ha perdurado eternidades y que solo las ninfas deben seguir.

Caballeros de brillante armadura duermen tranquilos e impunes, sabiendo que aunque al caminar por los frondosos caminos intimidaron a las ninfas gritándoles improperios, éstas lo tomarían como cumplidos, aunque no los sintieran así, porque el manual de las buenas costumbres así lo dice.

Caballeros de brillante armadura duermen tranquilos e impunes, sabiendo que aunque emitieron juicios injustificados sobre los cuerpos celestiales, los intereses, y hasta la vida amorosa de las ninfas, éstas escucharan como si fueran decires respetuosos y útiles, porque el manual de buenas costumbres así lo dice.

Caballeros de brillante armadura duermen tranquilos e impunes, sabiendo que aunque denigraran sus vidas, sus trabajos, y sus sentires, las ninfas sonreían con elegancia y lo ignorarán, porque el manual de buenas costumbres así lo dice.

Caballeros de brillante armadura duermen tranquilos e impunes sabiendo que aunque hayan irrumpido en el espacio personal de ellas, a pesar de su negativa y notable incomodidad, éstas deberán superarlo, porque será su culpa, porque el manual que les enseña a ser señoritas, prolijas y elegantes, así lo dice.

Y las ninfas a pesar de no sentirse felices en lo absoluto, deberán cumplirlo. Deberán odiarse, odiar sus pecas, o las falta de ellas. Deberán odiar su cabello, si es oscuro como la noche, o claro como el sol, si es muy largo, o si es muy corto, si cae con rectitud, o en frondosos rizos. Deberán odiar también sus cuepos, si estos no encajan con el manual y son muy delgados, o en su lugar, son muy gordos. También deberán odiarse entre ellas, sin una razón aparente, solo porque las reglas lo dictaminan así, y las superponen como enemigas.

Y lo cumplen al pie de la letra, durante miles de amaneceres, atardeceres y anocheceres. Pero algo cambia, un día se encuentran y notan que sus dolencias producidas por este manual no son individuales, sino que colectivas.

Y hablan, observan, cociendose las heridas, notando todo lo que habían perdido al tenerse lejos en espíritu. Comienzan a unir sus fuerzas, antes tan dormidas, gritando una al lado de la otra todas las injusticias dictaminadas en ese manual y ardiendo en cólera por los años de silencio, incinerando todo a su paso, inclusive la tranquilidad e impunidad de estos caballeros, ahora ya sin brillante armadura.

—¿Estás bien? –pregunta Cole sacándome de mis ensoñaciones, mientras nos dirigimos a Green Gables. —Estabas más perdida que lo normal.

—Sí, perdón. Es sólo que...todo me parece tan presente, vigente y sumamente injusto. —le regalé la misma mirada triste que tenía él —Desde lo de Jossie Pye, hasta todo lo que tuviste y pasas tú sin razón aparente. No entiendo como hay personas que hacen cosas malas y pueden dormir tranquilas de noche. Yo una vez le pisé sin querer la cola a un perrito y estuve condenandome durante días. ¿Cómo puedes acosar, denigrar o tocar a alguien y no sentir ningún ápice de remordimiento?

—Me gusta creer que las personas que hacen cosas malas, no nacieron de esa forma si no que la vida y las personas a su alrededor las hicieron ser así. Algo me dice que internamente están llenas de dolor, y odio hacia ellos mismos. Como el Señor Phillips y...

Fruncí el ceño y él dejó de hablar al instante. —¿Cómo el Señor Phillips?

—No lo sé...Bueno, en realidad sí lo sé. —suspiró y dejó de caminar— Anne, tengo que contarte algo.

Anne Of The Present Where stories live. Discover now