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Anne.

La mañana siguiente de mi día lleno de emociones encontradas me desperté antes del amanecer con un dolor punzante en la cabeza y los ojos pesados de tanto llorar.

Me levanté y me dirigí al baño, pude notar en mi reflejo los ojos pequeños producto de las lágrimas y me dije a mí misma que no ganaba nada con llorar, sino que debía hacer todo lo posible para que los Cuthbert vieran que realmente valoraba el lugar que me habían dado.

Me di una ducha corta, me cambié, puse mi cabello en una coleta alta y limpié absolutamente todos los rincones que alguien podría limpiar, el baño que compartía con Marilla y el de Matthew, cada milímetro de suciedad de la cocina, la sala y el comedor.

Fui a la oficina que tenían para sacar cuentas y donde guardaban algunos libros y desempolvé cada cubierta de cada libro, y de paso me llevé tres que llamaron mi atención a mi habitación, porque hay que aprovechar la oportunidad.

Saqué la ropa limpia de la secadora y la doblé según el dueño, también hice una carga de ropa negra sucia en la lavadora, fui al jardín y recogí cada hoja seca producto del otoño, además de regar cada planta del huerto que la tabla en la pared decía que había que regar hoy.

Saqué unos libros de recetas de Marilla y cociné el desayuno. Luego agarré las macetas con flores y las puse de un modo que se vieran lindas en la mesa.

En pocas palabras, si en esos momentos me hubiera visto Cenicienta, lloraría de orgullo.

Terminé a eso de las 9, llena de suciedad y asquerosa por el ajetreo, así que me duché otra vez en dos segundos y bajé con ropa limpia.

Abajo me topé con Matthew y Marilla ya levantados mirándome como si fuera un alien.

—Buenos días. —dije sonriendo y tomé la cafetera aún caliente— Tomen asiento.

—¿Qué...? —preguntó Matthew pero me obedeció y se puso en su puesto de siempre en la mesa.

—Hoy me toca a mí atenderlos. —respondí y llené sus tazas. —Hay muchísima fruta porque aún no sé cuál es su favorita, también tostadas a la francesa que según Gails Simmons son sumamente nutritivas para empezar el día, pero también tengo tostadas normales por si quieren. Café y té, lo que gusten, además de jugo de naranja recién exprimido. Buen apettit.

Quise decir Bon Appétit pero entre nosotros, me salió más como criollo que francés.

Marilla se levantó para sacar el azúcar pero antes de que pudiera llegar agarré una cuchara y le eché a su taza lo que ella siempre le ponía a su té. Me miró anonadada.

—Mi baño está limpio. —dijo frunciendo el seño. —¿Por qué?

—Síp. —añadí aún sin sentarme, con un paño de cocina en mi brazo como había visto a los cocineros en los programas que veía Matthew—Y la cocina, la sala, la ropa, el jardín, el corral de las gallinas, el comedor, el refrigerador...y la oficina de Matthew, además de los libros que están separados según el apellido del autor en orden alfabético. Ah, y el piso también, le saqué brillo.

—Muchas gracias, Anne. —sonrió cálidamente Matthew y cerré los ojos aliviada al ver esa mirada otra vez— No era necesario...

—Sí lo era. —lo interrumpí rápidamente sirviendo fruta en sus platos— Ustedes me han dado tanto y yo solo les he traído decepciones, así que debo mostrarles que soy más que una bola gigante de decepciones y malas características. —saqué otra taza para Jerry de la alacena pero por la euforia de querer hacer todo bien y rápido, se dió contra el piso rompiéndose en mil pedazos— Oh, no...

Anne Of The Present Where stories live. Discover now